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Un brillante y mágico mercado lleno de risas y música apareció a la vista, y las primeras criaturas que Elena notó fueron las hadas mientras volaban sobre los puestos, algunas incluso lanzándoles besos. Los cambiaformas estaban realizando pequeños trucos, y los vampiros... cuya piel era tan blanca como la nieve, charlaban sobre bebidas rojas, que obviamente eran sangre.
Elena sonrió, al darse cuenta de que los vampiros aquí eran libres de caminar bajo el sol. El mercado era realmente místico. Luego, vio a las brujas vendiendo bolas brillantes y hechizos juguetones. Era verdaderamente un lugar donde todo tipo de criaturas venían a relajarse y divertirse. Había algunas criaturas que Elena vio que ni siquiera sabía que existían e Irene no perdió tiempo en contarle sobre ellas.
De todos modos, como había una barrera, Elena y los demás no pudieron entrar hasta que el Rey pagó la tarifa en algo que parecía una caja de cerditos dorada... un cerdo dorado alto.