¡Caliente!

—Creo que se ha vuelto más lindo —murmuró Elena, con los ojos llenos de admiración mientras fijaba su mirada en la puerta cerrada. No pudo evitar sonreír mientras se abotonaba lentamente el vestido. Recordar cómo el rostro de Killian se había puesto rojo hizo que la sonrisa en su cara se ensanchara. Nunca pensó que presenciaría tal expresión de él y eso la hacía sentir feliz.

Mientras Elena pensaba que el Rey Killian se había vuelto más lindo, olvidó que ella también se había vuelto más atrevida. La Elena de antes nunca habría hecho algo tan audaz sin temer por su vida.

Casi de inmediato, se escuchó un suave golpe y cuando Elena ordenó a la persona que entrara, Irene abrió cuidadosamente la puerta, asomando la cabeza mientras sus ojos escaneaban la habitación.

—Mi Reina, e-es hora de que nos dirijamos a la biblioteca —susurró Irene, agarrando la puerta con fuerza. No quería hacer demasiado ruido, temerosa de que pudiera molestar al Rey.