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Tan pronto como pude recomponerme, supe que no podía quedarme simplemente en el baño, esperando algún tipo de noticia.
Con el corazón acelerado, agarré mis llaves y salí corriendo por la puerta con Belinda a mi lado.
Ella no dice una palabra, y yo tampoco. Rápidamente saltamos a mi coche y aceleramos, siguiendo de cerca a la ambulancia que había llevado a Marion al hospital.
El aire frío de la mañana golpeaba mi rostro mientras conducíamos por las calles, cada giro que tomábamos hacía que mi corazón latiera aún más rápido.
Podía sentir mis pensamientos tropezando unos con otros.
Cada recuerdo de la suave sonrisa de Marion y la tierna y amorosa forma en que me había tocado seguía resonando en mi mente.
Estaba desesperada por escuchar que iba a estar bien.
Belinda se sentó en silencio a mi lado, sus ojos llenos de preocupación, y sentí que apretaba mi mano, tratando de ofrecerme el consuelo que sabía que ella también necesitaba.