Me despertaba cada día con el corazón pesado y un vacío que no podía sacudir.
Desde que Marion falleció, nada parecía estar bien.
El mundo se sentía más opaco, y cada pequeño recordatorio de él corta como un cuchillo.
Intento levantarme de la cama, pero el silencio de la casa vacía me recibe como un eco vasto y solitario.
Belinda es la única que se mantuvo cerca. Se sienta conmigo por las mañanas, ofreciendo una presencia tranquila y suaves palabras de consuelo.
—Selena, sé que duele —dijo, limpiando suavemente una lágrima de mi mejilla—. Estoy aquí para ti —su voz es amable, pero no puede llenar el profundo vacío dejado por la ausencia de Marion.
A medida que la noticia del fallecimiento de Marion se difunde, comienzo a recibir innumerables cartas y videollamadas de sus socios comerciales, amigos y conocidos.
La avalancha de condolencias es abrumadora. Cada carta comienza con «Estimada Sra. Malström».
¿Sra. Malström?