Caminaba de un lado a otro en mi suite de hotel y podía sentir mis pensamientos girando en mi cabeza, todos sobre Klaus y lo que podría hacer a continuación.
Sabía que, tarde o temprano, le diría a Gonzalo que me había visto. No podía quitarme la sensación de que mi mundo estaba a punto de derrumbarse.
Cada paso que daba sobre la suave y mullida alfombra hacía que mi mente corriera aún más rápido.
No dejaba de pensar en la sonrisa burlona en el rostro de Klaus, y esperaba no volver a verla jamás. Parecía diabólica.
Tenía poco tiempo para pensar, pero cada momento me llenaba de temor y me sentía atrapada por los pensamientos que giraban dentro de mí como nubes oscuras.
Me detuve cerca de la ventana y miré hacia afuera, tratando de calmar mi mente observando los pocos coches que pasaban por la calle de abajo.
Las luces de la ciudad parecían lejanas y distantes y sabía que necesitaba alejarme de aquí tanto como fuera necesario.