La oscuridad susurraba dulces promesas en la mente de Elara. «Mátalos a todos. Te engañaron. Te usaron. Haz que paguen». Su poder aumentó, fuego plateado bailando alrededor de sus manos. Las cadenas rotas a sus pies comenzaron a derretirse por el calor. Podía sentir el miedo de Marcus y Thorne, podía saborear su pánico en el aire. Sería tan fácil quemarlos a todos.
—¡Elara, no! —Las palabras de Kael cortaron a través de la rabia.
Él y sus hermanos estaban completamente despiertos ahora, los efectos de la droga totalmente desaparecidos.
—¡No dejes que la oscuridad gane!
—Ellos te drogaron —gruñó ella, su voz resonando con poder inhumano—. Te convirtieron en robots. Merecen sufrir.
—Tal vez —dijo Ronan con cuidado, acercándose a pesar de la peligrosa energía que chispeaba a su alrededor—. Pero esa no eres tú.
—¿Cómo sabes quién soy? —El fuego plateado se hizo más brillante—. ¡Ni siquiera yo sé quién soy ya!
Marcus se rió, su forma mejorada elevándose sobre todos ellos.