Capítulo 86: La Luna de Sangre Ascendente

Los árboles se sentían extraños. Celeste lo supo en el momento en que su grupo pasó el cartel del tercer kilómetro.

Los árboles estaban demasiado silenciosos. Ningún pájaro cantaba. Ningún insecto zumbaba.

Incluso el viento había dejado de soplar.

—Tal vez deberíamos regresar —susurró Janet, una de las perras más jóvenes que la había seguido.

—Nunca —espetó Celeste—. Estamos mejor sin esa omega pretendiendo ser Luna. —Pero en el fondo, el miedo subía por su columna como agua helada.

Veinte lobos habían parecido una buena cantidad cuando se fueron.

Ahora, rodeados por árboles silenciosos y extrañas sombras, se sentían diminutos. Una rama se quebró detrás de ellos.

Todos giraron, pero no había nada allí. Solo más bosque vacío.

—Sigan moviéndose —ordenó Celeste, aunque su voz temblaba ligeramente.

Fue entonces cuando llegó el aullido. No era como ningún sonido de lobo que hubiera escuchado antes. Era más antiguo.