—¿Adónde vamos? ¿Cuál es la sorpresa? Sabes que no me gustan las sorpresas —me quejé, siguiendo a los trillizos por la playa.
Desde que anunciaron que tenían otro regalo de cumpleaños para mí, había estado tratando de sacárselo, pero hasta ahora se habían mantenido en silencio.
—Vamos, solo díganme —supliqué—. ¿Por favor? ¿Por favorcito? ¿Por favorcito con una cereza encima?
Liam se rio.
—Eres tan adorable. Y no, seguimos sin decírtelo. Ten paciencia. Lo descubrirás muy pronto.
Resoplé con fastidio, pero en el momento en que me atrajo hacia sus brazos y me dio un beso en la frente, toda la molestia se desvaneció.
—Eso es hacer trampa —murmuré mientras me derretía en sus brazos.
Él se encogió de hombros.
—Es un buen tipo de trampa.
Dejé que continuara arrastrándome de la mano.