(Advertencia de contenido: Este capítulo contiene contenido explícito y está destinado a lectores adultos.)
Lucas caminaba de un lado a otro al pie de mi cama, con la mandíbula apretada mientras me observaba retorcerme de agonía. El inductor de calor estaba devastando mi sistema, convirtiendo mi sangre en fuego y mi centro en un vacío pulsante y doloroso que exigía ser llenado.
—Matilda dice que solo hay dos opciones —anunció Lucas, con la voz tensa—. O esperamos a que pase, lo que podría durar hasta veinticuatro horas con tanto dolor, o...
—¿O qué? —jadeé, aferrándome a las sábanas mientras otra ola de ardiente necesidad me atravesaba.
Lucas miró a sus hermanos y luego a mí.
—O te ayudamos a superarlo.
—Ayúdenme —supliqué sin dudarlo. Mi orgullo había desaparecido hace tiempo, reemplazado por una necesidad desesperada y primitiva—. Por favor, no puedo soportar esto.