El tiempo se ralentizó mientras la loba de Annie se abalanzaba sobre mí, con los dientes al descubierto y las garras extendidas. Mi cerebro me gritaba que cambiara de forma, pero mi cuerpo no podía seguir la orden.
—¡Hazel, muévete! —gritó Levi a mi lado.
El instinto se apoderó de mí. Me agaché y me lancé hacia un lado, cayendo sobre el duro suelo de baldosas mientras la forma masiva del lobo de Annie volaba por el aire donde yo había estado segundos antes. La multitud estalló en gritos y caos mientras la gente se dispersaba en todas direcciones.
El impulso de mi esquiva me hizo rodar lejos de Levi, y de repente quedamos separados por un mar de compradores en pánico. La loba de Annie se recuperó rápidamente, volviéndose hacia mí con un brillo asesino en sus ojos.
Me puse de pie tambaleándome, con el corazón golpeando contra mi caja torácica.
—¡Annie, detente! —ordenó la voz de Lucas desde algún lugar en la distancia, pero ella estaba más allá de la razón.