Al instante, Li Jiaxin se estremeció de frío, sus ojos llenos de temor mientras miraba hacia Lin Bei.
No era tonta. Con la Familia Xie destruida y Xie Xun muerto, y sin embargo Lin Bei, el perpetrador, permanecía ileso hasta hoy, ya había demostrado que este otrora gran vástago de la Familia Lin ya no era el fracaso de la Familia Lin que ella había pensado.
—Lin... Lin Bei, hablemos de esto, yo...
—¡Plaf!
Con una bofetada, Lin Bei cortó las palabras que iba a pronunciar Li Jiaxin.
Su golpe fue furioso, y con tal fuerza que envió a Li Jiaxin tambaleándose sobre la cama, con su bello rostro hinchándose rápidamente de manera visible.
Incluso algunos hilos de sangre fresca se filtraron por la comisura de su boca.
Al ver esto, Lin Bei no sintió lástima, y en cambio presionó la colilla de cigarrillo en su mano directamente sobre la frente de ella.
No veía a Li Jiaxin como una mujer débil ni le dispensaba ninguna ternura.