—Pregunta lo que quieras. Dado que me vas a proporcionar desayuno durante una semana, ¡puedo permitirme darte una pregunta más! —dijo Sheng con absoluta confianza.
¡Arrogante! Xuelian no pudo evitar sonreír con los labios apretados.
Si Sheng podía resolver el problema no era el asunto en ese momento. Xuelian, con su cerebro cansado, de repente encontró gran interés en ver a Sheng fracasar.
—No estés tan seguro de ti mismo. Yo solía ser una estudiante destacada. Si respondes incorrectamente o quizás fanfarroneas, ¡lo veré al instante! No pienses que puedes engañarme —dijo Xuelian con una sonrisa encantadora y se dio la vuelta para entrar en la casa.
Cuando volvió a salir, tenía papel y bolígrafo en la mano y se sentó junto a una pequeña mesa de madera en el balcón, garabateando y escribiendo.
Sheng no tenía prisa, simplemente la observaba sonriendo.