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Li Mingtong colgó el teléfono, su corazón ardiendo de ira, resoplando indignado.
Poco después, Song llegó, parado en la puerta sin atreverse a entrar, golpeando tentativamente para recordarle al líder su presencia.
—Entra —Li Mingtong lo miró con impaciencia, asintiendo hacia el asiento frente a él—. Siéntate ahí, tengo algo que decirte.
Solo entonces Song entró y se sentó algo rígido frente a él.
Tal hombre, ya no joven, y sin embargo tan tímido como una mujer.
¡Un idiota, un desperdicio, un fracaso!
Li Mingtong realmente no soportaba a Song desde el fondo de su corazón.