—Abuelo, lo he recordado.
Luo Cheng asintió firmemente.
Durante los últimos días, Luo Mingshan había conversado con él sobre asuntos de cultivo, pero la mayoría de sus discusiones giraban en torno a la experiencia del Jianghu.
Luo Heng metió una bolsa de brocado en el bulto de Luo Cheng, diciendo:
—Luo Cheng, en esta bolsa hay ochocientas mil Notas de Oro. Si no es suficiente, envía un mensaje.
—Es más que suficiente. Gracias, tío.
La nariz de Luo Cheng se contrajo con emoción mientras miraba a Luo Mingshan y los demás, diciendo:
—Me voy. ¡Cuídense mucho!
Con esas palabras, Luo Cheng apretó su agarre en los flancos del caballo. El caballo de crin azul galopó hacia adelante, con Luo Hong siguiéndolo de cerca.
La mañana aún era fresca, con pocos peatones a lo largo de las calles. El caballo de crin azul corría a toda velocidad, rápido como un relámpago, y en un instante, estaban fuera de la Ciudad Qishan.