Qin Chuan se detuvo en seco, un fuerte instinto asesino destellando en las profundidades de sus ojos, mientras miraba fríamente a Zhang Hui y decía:
—¡Déjala ir, y perdonaré tu vida!
Zhang Hui inmediatamente sintió una intensa presión, como una montaña masiva presionándolo, haciendo que le resultara difícil respirar.
Siendo el hijo de Zhang Longwang, naturalmente había visto mucho y encontrado a muchos expertos; podía notar que Qin Chuan no era un individuo simple.
Ahora Xiao Mengyi era su única carta de negociación. Una vez que la liberara, no tendría medios para protegerse. ¿Realmente lo perdonaría Qin Chuan entonces?
Con ese pensamiento, endureció su corazón y rugió viciosamente:
—¿Quién te crees que eres? ¿Te atreves a actuar tan arrogantemente en mi territorio?
Qin Chuan no habló, solo mirando fríamente a la otra parte.
Xiao Mengyi, retenida a punta de cuchillo por Zhang Hui, tenía la cara llena de miedo, y un rastro de sangre carmesí apareció en su cuello blanco.