—Qin Chuan, ¿quiénes son ellos?
Dongfang Yiren frunció el ceño y miró a los dos antes de volverse hacia Qin Chuan para preguntar.
Qin Chuan respondió con calma:
—Solo dos hormigas desvergonzadas, no vale la pena mencionarlas.
Desde que Liu Fei lo traicionó, había dejado ir completamente la mancha emocional en su vida.
Ver a Liu Fei de nuevo no podía provocar ni una sola ondulación en su corazón.
En sus ojos, Liu Fei y Wang Song no eran más que hormigas que podía aplastar fácilmente con un movimiento de sus dedos.
—¡Tú eres el desvergonzado!
Las palabras de Qin Chuan enfurecieron directamente tanto a Wang Song como a Liu Fei, sus rostros llenos de rabia.
Liu Fei se burló:
—Qin Chuan, ¿es porque te dejé? ¿Necesitas ser tan mezquino?
—Además, es tu propia incompetencia que no pudiste retenerme. Si quieres culpar a alguien, cúlpate a ti mismo.
—Alguien como tú, que vive en el fondo de la sociedad, un desperdicio, no merece amor. Te lo mereces por haberte dejado.