—¡No, no me toques!
Song Yan, aturdida, vio a Wang Song acercándose a ella, se mordió la lengua y luchó por mantener el último vestigio de consciencia.
Pero el efecto del Polvo de Tianma era demasiado fuerte, y lo único que quería hacer era cerrar los ojos.
En ese momento, cuando Wang Song miró a Song Yan, no había ni rastro de lujuria, solo una rabia infinita. Con los dientes apretados, dijo:
—Todo es por tu culpa, maldita. Si no fuera por ti, ¿cómo habría encontrado semejante calamidad?
¡Así es la naturaleza humana!
No consideraría que la calamidad ante él fue provocada por sí mismo; en cambio, culpaba a la persona a quien había dañado.
Si hubiera tenido tiempo, habría matado a Song Yan en ese mismo instante.
Pero matarla ahora haría aún más difícil ocultar la verdad. Por mucho que odiara a Song Yan, solo podía llevarla primero a la cámara subterránea.