Al principio, los movimientos de Cheng Yue eran realmente torpes.
Pero gradualmente pareció encontrar una técnica, su hermoso pequeño pie volviéndose cada vez más hábil.
Experimentando esta sensación por primera vez, Zhang Yang se sintió algo eufórico.
Especialmente porque sus ojos podían ver directamente el hermoso jardín entre las piernas de Cheng Yue, lo que le hizo mantenerse fuertemente erguido.
—Dios mío, es realmente tan grande, tan grueso, más largo que mi pie.
El asombro llenó los hermosos ojos de Cheng Yue, y su rostro se sonrojó como un melocotón maduro.
—Zhang Yang, ¿te gusta que la Hermana Yue haga esto por ti?
—Qué chico con suerte eres, haciendo algo tan vergonzoso, y es incluso la primera vez de la Hermana Yue.
En la mirada de Cheng Yue hacia Zhang Yang, había un brillo; las facciones de Zhang Yang, su alta estatura y esos abdominales marcados—todo ello se ajustaba perfectamente al sentido estético de Cheng Yue.