—Hermano Wang Bin, eres simplemente genial, verdaderamente digno de conocer al gerente aquí. Eres realmente impresionante —Zhang Yang tampoco escatimó en halagos.
Adular es solo cuestión de mover los labios, y no cuesta nada.
Y cuando aquellos jóvenes y señoritas escucharon que Wang Bin incluso conocía a su gerente, de repente se volvieron aún más entusiastas.
Todos miraron entonces a Wang Bin con rostros llenos de expectativa, la presencia ya se le había otorgado, ahora era el turno del Sr. Wang de mostrar algún gesto.
El rostro de Wang Bin se había vuelto desagradable, ya que tal presencia no podía ser fingida por cualquiera, no era algo que pudiera resolverse con un par de billetes rojos.
Al menos diez billetes rojos por persona para empezar, de lo contrario, al día siguiente, te convertirías en el hazmerreír de este círculo.
Todos sabían que Wang Bin era alguien que fingía tener dinero cuando en realidad no lo tenía.