Me desperté sobresaltada, jadeando por aire. La extraña voz de mi sueño aún resonaba en mi cabeza: «Elige sabiamente, pequeña Luna. La elección incorrecta los condenará a todos».
Mi corazón latía con fuerza mientras miraba alrededor. Estaba de vuelta en mi habitación en la casa de la manada, no en el claro donde había caído. La luz del sol entraba por las ventanas. ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente?
La puerta se abrió de golpe. Lucien entró corriendo, sus ojos desbordando alivio cuando me vio sentada.
—¡Estás despierta! —Me abrazó fuertemente—. Has estado inconsciente durante dos días.
—¿Dos días? —Me aparté, sintiendo que el miedo crecía—. Pero El Primer Lobo...
—Está tranquilo, por ahora —dijo Lucien—. Después de que te desmayaras, la luna de sangre se desvaneció. Las puertas fantasmales desaparecieron.
Cerré los ojos, buscando dentro de mí. La presencia que había estado fortaleciéndose seguía ahí, pero dormida. Esperando.