—¡Agáchate! —grité cuando la cosa negra se abalanzó sobre la cabeza de Jaxon. Él se tiró al suelo justo a tiempo, las garras del monstruo cortando el aire donde había estado parado.
Habían pasado tres días desde el rito de vinculación de almas. Jaxon estaba de vuelta con nosotros, pero el Primer Enemigo permanecía dentro de él, luchando por recuperar el control. Cada vez que Jaxon dormía, la batalla comenzaba de nuevo en su mente.
Y esta noche, lo había seguido hasta sus sueños.
—Se está haciendo más fuerte —jadeó Jaxon, poniéndose de pie junto a mí. En este paisaje onírico, su cuerpo parpadeaba entre forma humana y lobo, sin quedarse en ninguna.
—Podemos vencerlo —insistí, aunque el miedo retorcía mi estómago. Los bebés dentro de mí pateaban furiosamente, como si pudieran sentir el peligro incluso en este mundo de sueños.