Luo Zheng despertó con un sobresalto. La luz matinal entraba a través de la ventana polvorienta de una habitación pequeña y sencilla. Su respiración era agitada, como si acabara de correr una maratón. Su cuerpo se sentía extraño, pesado y liviano a la vez, con una energía vibrante que no recordaba.
Se incorporó rápidamente, sintiendo la superficie dura del colchón bajo su espalda. Su mirada se posó en el espejo colgado en la pared: la imagen reflejada no era la de un hombre de 27 años, sino la de un adolescente de 17, con el cabello despeinado, manchas de acné y ojos que brillaban con la confusión y el asombro.
—No puede ser… —murmuró con voz ronca, tocándose la cara—. Esto es… ¿mi cuerpo? ¿Estoy soñando?
El calendario en la pared era claro: “Marzo, 2025”. Su mente se disparó en un torbellino de recuerdos. No sólo recordaba su muerte, sino toda su vida anterior: sus fracasos, las traiciones que sufrió, las sectas que lo acechaban en las sombras, las peleas clandestinas por el control del qi en la ciudad, y el camino de cultivación que había recorrido con tanto esfuerzo y dolor.
Entonces comprendió que no estaba soñando. Había retrocedido en el tiempo, dentro de su propio cuerpo. La oportunidad que le habían prometido las fuerzas ocultas al romper el sello en su alma era real.
Pero, ¿cómo aprovecharla?
Mientras procesaba todo esto, un sonido familiar interrumpió sus pensamientos: el zumbido de un mensaje entrante en su viejo teléfono móvil, un dispositivo simple que parecía fuera de lugar en un mundo donde todos usaban smartphones inteligentes con apps de cultivación.
Luo Zheng tomó el teléfono con manos temblorosas. En la pantalla, un recordatorio: “Examen de Qi – 3 días”.
Sabía lo que eso significaba. Era el inicio de su verdadero desafío.
Se vistió con rapidez y salió de su habitación. El pasillo estaba vacío, y la escuela se encontraba a pocas cuadras, pero la ciudad seguía su ritmo implacable, con anuncios holográficos que promovían productos que combinaban tecnología y cultivación espiritual.
Al llegar al patio de la escuela, un grupo de estudiantes charlaba animadamente, algunos mostrando a través de sus teléfonos hologramas de sus niveles de qi, medallas de torneos y rankings ocultos que solo quienes estaban en el círculo interno podían entender.
Luo sintió una mezcla de nostalgia y determinación. Ahora, conocía las reglas del juego, los secretos de las sectas y las trampas de sus enemigos. Tenía ventaja, pero también muchas heridas emocionales del pasado que curar.
Fue entonces cuando lo vio: un gato negro, con ojos que parecían contener el peso de mil sabidurías, se acercó sigilosamente y se sentó a su lado. Su pelaje brillaba con un tenue resplandor carmesí, un signo claro para Luo.
—Mao Mao —susurró Luo con una sonrisa cansada—. ¿Otra vez tú?
El gato parpadeó, y una voz cálida y profunda resonó en su mente:
—El tiempo se ha vuelto maleable, Luo Zheng. El camino que eliges ahora definirá no solo tu destino, sino el equilibrio de todo el qi en esta ciudad.
Luo sintió que el peso de la responsabilidad volvía a caer sobre sus hombros, pero esta vez estaba listo para enfrentar lo que viniera.