Capítulo 10: El Juramento de Sangre y Fuego

El sol comenzaba a despuntar en el horizonte, teñiendo la ciudad con tonos anaranjados y dorados, pero para Luo Zheng, la batalla apenas empezaba. La victoria sobre Han Rui había sido amarga, y el precio que pagó con su alma carmesí se sentía como un fuego lento dentro de su pecho, un recordatorio constante de que el camino por delante era mucho más oscuro de lo que jamás imaginó.

Pero no estaba solo. Mei Ling, silenciosa y firme, caminaba a su lado, sus ojos brillando con una determinación que rivalizaba con la suya. Había en ella algo que Luo aún no comprendía del todo, una mezcla de fuerza y vulnerabilidad que lo atraía sin remedio.

El Refugio Oculto

Después del enfrentamiento, el grupo se refugió en un antiguo templo en las afueras de la ciudad, un lugar que en la superficie parecía abandonado, pero que estaba protegido por runas milenarias. Luo sintió cómo la energía del lugar reconectaba con su qi, estabilizando el ardor que había sentido durante el combate.

Mientras sus aliados se ocupaban de curar heridas y revisar el equipo, Mei Ling se quedó a su lado, observándolo con una mezcla de preocupación y algo que parecía un sentimiento más profundo, más íntimo.

—Luo —susurró, casi temerosa—. No puedes seguir cargando ese poder solo. Te está consumiendo.

Él la miró, atrapado en la profundidad de sus ojos negros, y sintió cómo una ola de calor recorrió su cuerpo, un fuego distinto al del qi, uno que nacía de la proximidad de Mei Ling.

El Encuentro

Aquella noche, cuando los otros se habían retirado a descansar, Luo y Mei Ling quedaron solos en la habitación principal del templo. La atmósfera estaba cargada de una electricidad palpable, como si el destino mismo los empujara a cruzar una frontera invisible.

Mei Ling se acercó lentamente, sus dedos rozando el brazo de Luo con una suavidad que contradecía la ferocidad de su espíritu.

—He esperado este momento —confesó—. No solo porque siento que juntos podemos derrotar a Han Rui, sino porque hay algo en ti... que me llama.

Luo sintió que todas las paredes que había construido en su interior empezaban a caer. Por primera vez en años, la soledad se diluía ante la promesa de una conexión genuina.

Sus manos se encontraron, entrelazándose como si fueran piezas de un rompecabezas que finalmente encajaban.

La Danza de Dos Almas

Las palabras fueron innecesarias. La tensión entre ellos se convirtió en un lenguaje silencioso de caricias, susurros y miradas. Mei Ling guió a Luo hacia un colchón improvisado cubierto por viejas mantas, y allí, en la penumbra del templo, se desataron los sentimientos reprimidos.

Cada toque era una declaración de confianza, cada suspiro un acto de valentía. Luo, que había aprendido a controlar su cuerpo como un arma, ahora lo entregaba con la vulnerabilidad de un hombre que sabe que en esa entrega se forja una fuerza nueva.

El qi carmesí ardía dentro de él, pero ahora parecía bailar en sintonía con el calor que brotaba de Mei Ling. Sus cuerpos se encontraron con la urgencia de dos almas que buscan una promesa de vida en medio del caos.

Fuego y Renacimiento

La conexión entre Luo y Mei Ling no fue solo física, sino también espiritual. En cada caricia, Luo sintió cómo las capas de dolor y desconfianza se deshacían, dejando espacio para un poder distinto: el amor como fuerza de cultivación.

Mientras sus cuerpos se unían, una oleada de energía recorrió el templo, y Luo percibió algo extraño: el sello carmesí que había despertado en su alma comenzaba a brillar con una intensidad nueva, como si la unión con Mei Ling le hubiera dado una nueva dimensión.

Después de horas entregados a ese fuego compartido, ambos yacían juntos, exhaustos pero renovados.

—No pensé que volvería a sentir algo así —murmuró Luo, rozando el cabello de Mei Ling—. Esto es más que un momento... es un juramento.

Ella sonrió, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.

—Entonces prometamos que, pase lo que pase, lucharemos juntos. Que nuestro fuego nunca se apague.

El Amanecer de la Decisión

La mañana trajo consigo la claridad, pero también la urgencia. Las noticias no tardaron en llegar: Han Rui no solo había sobrevivido, sino que había activado un plan que podría sumir a la ciudad en un caos absoluto. Sus drones armados y su ejército digital estaban listos para un ataque masivo, y la corrupción dentro de las altas esferas aseguraba que nadie más intervendría.

Luo y Mei Ling se prepararon para salir del templo, conscientes de que esta batalla sería la verdadera prueba. Pero Luo no podía dejar de pensar en la noche que habían compartido: ese fuego, esa unión, le había dado la fuerza para enfrentar cualquier oscuridad.

Mientras caminaban hacia la ciudad, Mei Ling tomó su mano con firmeza.

—Esta vez no solo peleamos por nosotros —dijo—. Peleamos por todos los que han sido olvidados.

Luo apretó su mano, sintiendo que, por primera vez, su destino estaba verdaderamente en sus propias manos.

La Tormenta que se Avecina

Lo que Luo no sabía era que en las sombras, un nuevo enemigo observaba. Una figura envuelta en un manto oscuro, cuyos ojos brillaban con un poder que rivalizaba con el suyo, sonrió al verlos marchar hacia su destino.

—El juego apenas comienza —susurró—. Y esta vez, el precio será aún más alto.