Capítulo 2: El Heraldo del Umbral.

Capítulo 2: El Heraldo del Umbral

Las luces de la madrugada apenas tocaban el risco cuando el mar comenzó a hablar.

No con palabras, sino con vibraciones. Con pulsos rítmicos, como un latido subterráneo que se extendía desde el abismo hasta la costa. Las aves huyeron. El cielo se tornó violáceo. Y bajo las aguas negras del océano de Thaar, una figura se alzó.

Emergió sin perturbar la superficie. Sin levantar una sola ola.

Su cuerpo era delgado, etéreo, envuelto en un ropaje ondulante que parecía hecho de neblina y constelaciones. Tenía ojos como lunas eclipsadas y una voz que no se oía con los oídos.

“Ha comenzado.”

La figura, el Heraldo, extendió una mano hacia el cielo. Un círculo de símbolos giró en el aire. Cada uno representaba una constelación olvidada, una ley sellada antes de que la humanidad conociera el fuego.

Y en el centro del círculo, la imagen de Lior apareció.

—El Guardián ha despertado antes de tiempo —susurró el Heraldo, mientras los vientos se arremolinaban a su alrededor—. El Vínculo ha comenzado a desatarse.

Desde las profundidades, otras figuras se movían. No eran humanos. No eran bestias. Eran ecos.

Ecos de mundos anteriores. Ecos de guerras que nunca debieron ser recordadas.

El Heraldo habló sin mover los labios.

—A todos los Vigilantes, oyentes del Juramento Primordial: el Fragmento Estelar ha emergido. La Anomalía vive.

Silencio.

Luego, una respuesta. Ecos mentales cruzando el espacio como cometas invisibles.

“¿Debemos sellarlo de nuevo?”

“¿Despertarlo por completo?”

“¿O permitir que el caos fluya… una última vez?”

El Heraldo no respondió de inmediato. Su mirada seguía fija en la imagen de Lior, que en aquel momento caminaba tambaleante por el sendero hacia la ciudad más cercana.

—Observen, pero no interfieran. Aún no. El equilibrio aún pende de un hilo. Si el Guardián recuerda quién fue… el Cielo mismo podría caer.

Entonces giró. Y con un paso, desapareció entre las olas como si nunca hubiese existido.

Lior apenas sentía su cuerpo mientras descendía por la vereda empedrada que conectaba su cabaña con el pueblo costero de Braska.

A cada paso, el mundo parecía más… extraño. Más vivo.

Las piedras susurraban nombres. Los árboles lo miraban como si lo recordaran. Incluso el viento parecía deslizarse a su alrededor con cierta reverencia.

No sabía qué lo impulsaba a moverse, solo que debía hacerlo. Como si algo en la ciudad lo estuviera llamando.

—¿Qué soy? —murmuró—. ¿Y por qué siento que… esto no es la primera vez?

Apenas cruzó los límites del pueblo, algo cambió.

El bullicio cesó. Los niños dejaron de correr. Los ancianos detuvieron sus pasos. Todos lo miraron. No con miedo, sino con una mezcla de asombro y reconocimiento.

—Es él… —susurró una anciana, apenas audible—. El que volvió del abismo.

Lior se detuvo.

—¿Me conocen?

Una figura emergió entre la multitud.

Era un hombre alto, de cabello plateado recogido con una cinta negra. Su traje era formal, antiguo, y en su pecho brillaba un símbolo: un ojo entre dos lunas. Tenía la mirada afilada y la voz medida.

—No, muchacho. No te conocemos. Pero… te hemos estado esperando.

Lior retrocedió un paso, la joya de su pecho brillando débilmente.

—¿Quién eres?

—Soy Kael Varun. Bibliotecario del Umbral. Y guardián de los Registros Sellados.

El hombre se inclinó respetuosamente.

—Y tú… eres el Fragmento Viviente. El Vacío Encarnado. El último Guardián de la Bóveda Estelar.

Lior lo miró, incrédulo.

—¿Qué es la Bóveda?

Kael se enderezó, sus ojos brillando con una mezcla de respeto y temor.

—Un lugar que no debe ser abierto. Una prisión hecha con galaxias. Un lugar donde tú, Asterion, encerraste aquello que ni siquiera los dioses pudieron destruir.

Y ahora, los sellos que protegían esa prisión… están comenzando a romperse.

Lior sintió cómo su estómago se hundía.

—Yo no recuerdo nada de eso…

Kael asintió.

—Y es mejor así. Porque si recordarás demasiado pronto… morirás.

Tu alma fue fracturada en nueve fragmentos para contener tu poder. Si uno solo emerge sin equilibrio, tu cuerpo colapsará bajo su peso.

Lior cayó de rodillas, cubriéndose el rostro con las manos.

—Entonces, ¿qué hago? ¿Me escondo? ¿Espero?

Kael se acercó y puso una mano en su hombro.

—No.

Tú debes decidir.

El Vacío no es solo destrucción, Lior. También es posibilidad. Un lienzo donde los mundos nacen. Y tú… tú puedes elegir si este será el final del ciclo… o su renacimiento.

En la cima del acantilado, muy lejos de Braska, el Heraldo observaba a lo lejos, sus ojos llenos de luz.

—Uno ha despertado. Ocho permanecen dormidos. Y los Cielos… ya tiemblan.

¿Seguimos con el Capítulo 3: “Los Fragmentos del Olvido”, donde Lior conocerá a otro “despertado”?