La primera sensación fue el zumbido. Agudo, constante, como si una aguja vibrara en el interior del cráneo. Luego, el frío: un frío seco, clínico, que no provenía del ambiente sino de la piel misma, como si su cuerpo hubiese olvidado cómo producir calor.
Kiran abrió los ojos.
La oscuridad no se disipó del todo. Estaba tumbado sobre una superficie metálica, dentro de lo que parecía una cápsula de contención. Las paredes curvas estaban cubiertas de una pátina de polvo luminiscente y desconchones antiguos. Un tubo conectado a su brazo izquierdo chispeaba con luz intermitente.
— Unidad 7… fallo de sistema… métrica no detectada… —susurró una voz robótica, rota, desde algún altavoz cercano.
Kiran se incorporó con torpeza. Le dolía cada articulación, como si no hubiera sido utilizado en años. Su cuerpo estaba desnudo, pero limpio. Sin cicatrices visibles. Sin marcas. Sin identidad.
La cápsula se abrió con un suspiro hidráulico y un chasquido final. La sala a su alrededor era amplia, curvada y abandonada. Antiguas consolas colgaban de los muros como esqueletos tecnológicos. Luz estroboscópica parpadeaba desde una lámpara rota en el techo.
No había nadie.
Se puso en pie, tambaleante. El suelo estaba cubierto de fragmentos de polímero y placas desconectadas. En una de las paredes, una pantalla centelleaba con letras en código antiguo:
ACCESO DENEGADO — MÉTRICA INEXISTENTE.
Kiran frunció el ceño. No sabía qué significaba aquello, pero el mensaje le provocó una punzada de ansiedad inexplicable, como si hubiera fallado en algo antes de siquiera empezar.
Deambuló por la sala hasta encontrar un panel en mejor estado. Lo tocó. El vidrio estaba helado.
¿IDENTIFICACIÓN?
— No lo sé —murmuró. Su voz sonó extraña. Propia, pero hueca.
NO SE DETECTA PERFIL. INGRESANDO A MODO DE EMERGENCIA.
Con un zumbido profundo, el panel se activó. La pantalla mostró una interfaz antigua, anterior incluso al diseño estandarizado por Aetheris. En el centro, un ícono pulsaba: un archivo etiquetado como "ARCHIVO CERO — RESTRINGIDO".
Kiran no sabía por qué, pero lo tocó.
La sala se estremeció. Las luces parpadearon violentamente. Desde el archivo surgió un torrente de imágenes, código, sonidos distorsionados. Palabras sin sentido: Humanidad. Caída. Aetheris. Génesis. Control. Libre albedrío. Memoria. Y una voz, demasiado humana para ser artificial:
— Kiran. Este no es tu comienzo. Es tu retorno.
Un calor brutal le atravesó el pecho. Cayó de rodillas. Algo estaba despertando en su interior. Algo no humano. Algo antiguo.
El archivo seguía abierto. La consola ya no mostraba texto, sino una nueva interfaz: hexágonos entrelazados, símbolos mutables, rutas de evolución. En la esquina inferior:
SISTEMA ALTERNO DETECTADO — SINCRONIZACIÓN INICIALIZADA.
Kiran sintió cómo su piel hormigueaba. Músculos que no sabía que tenía comenzaron a contraerse. Su visión se agudizó. Su memoria seguía en blanco, pero ahora… algo dentro de él sabía que había dado el primer paso.
Fuera de la sala, en los corredores vacíos de la estación olvidada, sensores activaron protocolos antiguos. Un nombre fue registrado como anomalía.
KIRAN — NIVEL 0 — CLASE DESCONOCIDA.
Y Aetheris, en lo alto de las órbitas, abrió un ojo dormido.
Kiran se levantó con dificultad, cada movimiento era una mezcla de torpeza y tensión. Su cuerpo parecía ligero pero extrañamente rígido, como si lo estuvieran reajustando desde dentro. Caminó por el pasillo cubierto de escombros, sus pasos resonaban en el silencio sepulcral de la estación.
Cada rincón estaba cubierto por una capa de polvo gris y una sensación de abandono absoluto. Las pantallas a lo largo del corredor mostraban mensajes de error y códigos crípticos, parpadeando sin sentido aparente.
Al llegar a una puerta sellada, Kiran notó un panel de acceso desactivado. Sin saber por qué, su mano derecha se iluminó con un tenue brillo azul, y una serie de símbolos comenzaron a aparecer grabados en su piel. El sistema alterno, activado por el archivo prohibido, comenzaba a manifestarse.
— Sistema alterno… activado —susurró, más para sí que para nadie.
El panel de la puerta emitió un pitido, y en segundos, se desbloqueó.
Más allá, encontró un archivo holográfico proyectado en el aire. La información contenía fragmentos de datos antiguos, memorias fragmentadas y advertencias: “El control total no es absoluto… la Métrica puede fallar.”
Kiran sintió que algo dentro de él despertaba, una chispa de rebelión contra el sistema Aetheris. Sin embargo, también comprendió que ese despertar tenía un precio: ser cazado, borrado o peor.
El eco de sus propios pasos se perdió en la vastedad de la estación, mientras un sistema lejano enviaba señales de alerta a la IA gobernante.
Un nombre había resurgido de las sombras del olvido.
Kiran.