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Capítulo 1: Bienvenido a VINDEX
En un mundo dominado por las deudas, los préstamos se volvieron parte del día a día. Todo comenzó cuando el gobierno aprobó una controvertida ley que permitía a los ciudadanos obtener dinero de cualquier banco sin demasiadas restricciones. El presidente, convencido de que esta estrategia reactivaría la economía, hizo creer a la población que podían tomar cuanto quisieran y pagar después.
Pero la codicia humana no tardó en mostrar su rostro. La gente comenzó a abusar del sistema, tomando préstamos sin intención de devolverlos. El país se sumió en una profunda crisis, números rojos por todas partes. Fue entonces cuando el presidente, en secreto, fundó una organización encubierta: VINDEX.
Esta organización clandestina se encargaba de cobrar las deudas por cualquier medio necesario. Divididos en dos roles, los Strikers ejecutaban el trabajo sucio, mientras que los Secretarios recopilaban información, llevaban registros y coordinaban los movimientos. VINDEX creció silenciosamente y hoy, 50 años después, se convirtió en una red global. A los jóvenes se les exige ahora pagar servicio militar o trabajar tres años para esta organización.
Y así comienza la historia de Hiro Yoshida.
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Un auto oscuro se detuvo frente a lo que parecía una tranquila biblioteca de barrio. De él descendió un joven de cabello negro y mirada seria. Vestía ropa sencilla y cargaba una maleta. Su nombre: Hiro.
—¿Entonces aquí es donde haré mi servicio comunitario? —preguntó, observando la fachada del edificio.
—No te dejes engañar —dijo el chófer, sacando su equipaje del maletero—. Esto es solo una fachada.
Hiro frunció el ceño y apretó el puño con decisión. Sin más palabras, avanzó hacia la entrada.
El interior parecía una biblioteca común: estanterías repletas de libros, silencio absoluto y un leve aroma a papel viejo. Pero al llegar a una sección apartada, el chófer sacó una tarjeta metálica y la deslizó por un lector escondido en una estantería oscura.
Zzzzt.
Con un leve zumbido, la estantería se desplazó revelando un pasillo iluminado con luces de neón. Al cruzarlo, Hiro quedó boquiabierto.
—¡Increíble…!
Frente a él se desplegaba una moderna instalación subterránea: oficinas, zonas de entrenamiento, laboratorios, dormitorios, todo organizado con precisión militar. Pero lo que más llamó su atención fueron las miradas vacías de algunos reclutas sentados en los pasillos, observándolo sin emoción, como si ya hubieran aceptado su destino.
El chófer se detuvo frente a una puerta metálica.
—Esta será tu habitación.
Hiro observó la pequeña placa numerada antes de entrar.
—Gracias…
—Prepárate. Dentro de poco vendrán a registrarte.
El chófer le dio una palmada en el hombro y se marchó. Hiro entró y se dejó caer en la cama. Miró el techo, respiró profundo y, sin darse cuenta, se quedó dormido.
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¡TOC, TOC!
Los golpes en la puerta lo despertaron. Al abrir, se encontró con una chica de cabellos rojos rizados, lentes y expresión firme. Llevaba un uniforme similar al escolar, pero con el distintivo dorado de un cuervo: el símbolo de **VINDEX**.
—Hola —saludó Hiro, aún adormilado.
—Mi nombre es **Laura**. Seré tu Secretaria durante los próximos tres años. Estaré en el cuarto de al lado.
Su tono era profesional, distante, sin ningún esfuerzo por generar confianza.
—¿Secretaria...? Entonces… ¿yo soy un Striker?
Laura asintió levemente y sin decir más, se retiró a su habitación. Hiro la observó desaparecer por el pasillo. *No parece muy amigable…*
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Poco después, una alarma resonó en todo el recinto.
—¡A TODOS LOS RECLUTAS, REÚNANSE EN EL SALÓN PRINCIPAL!
Hiro siguió a los demás hasta un gran salón donde se formaban filas perfectamente alineadas. A la izquierda, los Strikers. A la derecha, los Secretarios.
—Este lugar es enorme… —susurró Hiro.
—¡Ey! Párate aquí —dijo Laura con seriedad, guiándolo a su lugar.
Una figura imponente subió al escenario. Llevaba un uniforme negro con detalles rojos y una mirada que cortaba el aire.
—¡Buenos días a todos!
—¡Buenos días, señor!
El silencio se volvió denso.
—Hoy damos la bienvenida a nuevos reclutas. Se les asignarán sus uniformes, credenciales y orientación. Escuchen bien: esto NO es más fácil que el servicio militar. Si alguno cree que vino de vacaciones, no durará ni dos días.
Hiro tragó saliva.
—Si fallan en un cobro, ambos —Striker y Secretario— serán responsables. Así que más vale que traigan ese dinero de vuelta, o yo mismo los haré trabajar hasta que pidan irse arrastrándose. ¿Entendido?
—¡Sí, señor!
—Bienvenidos a VINDEX, los "Vengadores de Deudas". Pueden retirarse.
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Zona de Registros
Laura guió a Hiro hasta el área de registro.
—Buenos días. Vengo a registrarme —dijo Hiro, intentando sonar seguro.
La mujer detrás del escritorio lo miró con indiferencia y le extendió unos papeles.
—Firma aquí.
—¡Claro!
Tras firmar, recibió su uniforme.
—Ahora te tomarán la foto para tu carnet.
En la zona de fotografía, un hombre de barba y sonrisa amplia lo saludó.
—Así que tú eres el nuevo. No pierdes el entusiasmo, ¿eh?
—¡Estoy listo para todo!
El hombre soltó una risa baja.
—Eso espero.
Unos flashes después, la foto quedó lista.
—En unas horas podrás recoger tu carnet.
—¡Perfecto!
—¿Y ahora qué sigue? —preguntó Hiro con energía.
—Ahora viene tu orientación básica. Durante una semana se te entrenará. Hoy comienzas a las cinco de la tarde. Si no apruebas, te echarán. Da lo mejor de ti.
Hiro asintió con firmeza.
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Sala de Clases
Antes del entrenamiento, Hiro exploró los pasillos y terminó colándose en una clase. Se escondió entre sombras y observó.
—Los Strikers son entrenados para cobrar. Aquí, esa palabra vale oro —explicaba un instructor.
El hombre se acercó al pizarrón y comenzó a escribir.
—Todo cliente tiene una fecha límite para devolver su préstamo. Si se la salta, se le entrega una advertencia formal. Si no responde en una semana, un Striker irá a visitarlo.
El instructor se detuvo, mirando a los alumnos con ojos afilados.
—Si aún así no paga… lo recuperamos por las malas. Y cuando digo "por las malas", quiero decir que no volverá a respirar.
Hiro sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Miró su mano temblorosa.
-¿Matar a alguien…?
El entrenamiento estaba por comenzar.
Y él ya no estaba seguro de querer estar ahí.
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