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Capitulo 3: Cambio

Capítulo 3: Cambio

El día comenzaba en completa oscuridad. Hiro observaba el reloj junto a su cama: 4:30 AM. El silencio de la habitación solo era interrumpido por el leve zumbido del aparato. Se incorporó lentamente, con una expresión apagada, y observó su maleta ya lista, como si estuviera a punto de marcharse sin dejar huella.

—No pude… lograrlo —murmuró, con la vista clavada en el techo.

Permaneció unos minutos en silencio, sumido en sus pensamientos. Luego, con cierta pesadez, se levantó, tendió su cama meticulosamente, se cambió el uniforme y tomó su maleta.

El aire en los pasillos era frío, indiferente. Hiro caminaba con la mirada ausente, hasta que, al girar en una esquina, chocó de frente con alguien.

El impacto fue repentino.

—¡Auch! —se quejó el otro chico, sobándose la frente.

—Lo lamento, no miré por dónde iba —dijo Hiro, extendiéndole la mano.

—No te preocupes, yo tampoco tuve cuidado —respondió el joven, aceptando la ayuda—. Por cierto, me llamo Tony.

—Soy Hiro. Me doy cuenta de que tienes varias heridas en la cara… ¿Estás bien?

—Sí… bueno, lo que pasa es que ayer tuve una misión.

—¿Una misión? —preguntó Hiro, intrigado.

—Sí, soy Striker. Y… creo que mi secretaria omitió algunos detalles. Nunca me dijo que el cliente tenía un perro de ataque. El “buen chico” casi me arranca la pierna.

Hiro frunció el ceño y rebuscó en su mochila.

—Toma, esta crema es buena para las cicatrices.

Tony abrió los ojos con sorpresa.

—Wow, gracias hermano. Eres un salvavidas. ¿A dónde vas tan temprano? ¿Te asignaron algo?

—No… en realidad, me voy a retirar.

—¿Retirarte? ¿Por qué? Si apenas ayer comenzaron las inscripciones. No te rindas tan rápido, bro.

—Tenía una idea equivocada sobre este lugar…

Tony lo miró unos segundos en silencio.

—Dime algo, Hiro. ¿Tienes a alguien a quien quieras demostrarle tu fuerza?

Hiro bajó la mirada.

—…Mi padre. Para él siempre fui un inútil. Nunca estuvo satisfecho con nada de lo que hacía. Ninguno de mis logros logró enorgullecerlo… por eso quería demostrarle que se equivocaba. Pero… no fui capaz.

Tony lo llevó a una pequeña cafetería dentro de las instalaciones. Se sentaron junto a una ventana.

—Quizás no lo entiendo del todo —dijo Tony, sirviéndose un café—. Pero sé algo: este camino no es fácil. Los pocos que logran pasar esta prueba llamada VINDEX son reconocidos como héroes. Si superas esto, no solo le demostrarás al mundo tu valor… también le mostrarás a tu padre lo equivocado que estaba.

Hiro permaneció en silencio por varios minutos, digiriendo cada palabra.

—Tienes razón. Aún es muy pronto para rendirme —dijo finalmente, apretando el puño con fuerza.

Tony sonrió con energía, levantando el puño.

—Esa es la actitud. Vamos, hay que esforzarnos.

—¿Vas de salida?

—Sí. Me asignaron a un cliente que se niega a pagar. Hoy comienza el “seguimiento”. Apenas es el primer llamado.

Hiro, aún reflexionando, preguntó:

—Por cierto… he notado que todos aquí trabajan en pareja. Si el hombre es Striker, la mujer es Secretaria, y viceversa. ¿Por qué?

Tony sonrió mientras se ponía su chaqueta.

—Sistema interno. Obligan a que todos trabajemos en pareja con alguien del sexo opuesto. Dicen que mejora la química del equipo… o al menos, eso aseguran los jefes.

Tony se levantó y estiró los brazos.

—No lo olvides, Hiro: no te rindas. Nos vemos.

Tony se marchó, y Hiro se quedó solo, removiendo su café con la cucharita mientras contemplaba las mesas vacías.

Pero de pronto, unos metros más allá, se escuchó un alboroto.

—Mírate lo linda que eres… —decía un chico, arrinconando a una chica contra la pared.

Ella no respondía. Tenía una expresión vacía, sin emoción alguna.

Sin pensarlo, Hiro se levantó.

—Eh, ¿qué vas a hacer, imbécil? —gruñó el chico al verlo acercarse.

—Suéltala ahora —ordenó Hiro, con voz serena pero firme.

Pero entonces, la chica reaccionó con rapidez, deslizándose hacia un costado y propinando una patada directa al rostro del acosador, que cayó noqueado al suelo. Su movimiento fue limpio, frío y preciso.

Sin inmutarse, la chica recogió su maleta. En su pecho colgaba un carnet: Alice. Striker.

—Hacerte el héroe aquí solo te llevará a la muerte —dijo sin emoción—. Un consejo: antes de hacer una estupidez, piensa con la cabeza fría… y luego actúa.

Y se marchó, dejando a Hiro en silencio.

El entrenamiento comenzó. Hiro notó que había menos reclutas.

—Parece que se fueron los más débiles —dijo Ana, la instructora, con desprecio.

Los llevaron a una enorme piscina, tan profunda que el fondo era invisible desde la superficie.

—Aquí mejorarán no solo su resistencia física, sino también su enfoque mental. Estarán allí dentro cinco minutos. Si no lo logran, repetirán el entrenamiento de ayer.

Hiro se acercó al borde.

—Carajo, no logro ver nada…

Sin vacilar, todos se lanzaron.

Ana lo miró fijamente.

—¿Y tú, recluta? ¿Tienes miedo?

—¿De verdad… podré mejorar mis habilidades aquí?

Ella se inclinó, susurrándole al oído.

—Eso habrá que verlo.

Con un movimiento seco, le dio una patada en el estómago y lo lanzó al agua.

Sumergido en la oscuridad, los recuerdos lo invadieron. Su padre, sus fracasos, las palabras que lo herían. Intentó calmarse, pero el aire comenzaba a faltarle.

—No hay camino de vuelta…

Con desesperación, nadó a la superficie.

—Fuiste el último en pasar. Pensé que te sacaría a patadas.

Hiro apretó el puño.

Más tarde, en la cafetería, esperaba a Tony.

A lo lejos, vio a la secretaria de Tony cargando unas bolsas.

—¿Dónde está Tony?

Ella no respondió de inmediato. Solo se volvió, con la mirada perdida.

—Aquí está —dijo, mirando las bolsas.

Una de ellas goteaba… sangre.

Hiro se quedó inmóvil.

—Esto… no puede ser…