El dolor atravesó mi cráneo cuando recuperé la consciencia. Entrecerré los ojos contra la luz matutina que entraba por la ventana, cada rayo se sentía como una daga en mi cerebro. ¿Dónde estaba?
Lentamente, el entorno familiar de mi dormitorio entró en foco. No las cámaras de los Alfas donde me había desmayado anoche, sino mi pequeña habitación en los cuartos de los sirvientes. Los eventos de mi noche de bodas regresaron a mi memoria—la puerta cerrada, la sonrisa triunfante de Lilith, los ojos fríos de mis compañeros mientras le daban placer frente a mí.
Un suave ronquido llamó mi atención hacia la silla junto a mi cama. Mi madre estaba desplomada allí, con círculos oscuros bajo sus ojos, su cabello grisáceo escapando de su moño. Debió haber estado velando por mí toda la noche.
—¿Mamá? —Mi voz salió como un graznido, mi garganta en carne viva.