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El sueño era tan vívido, tan real que podía oler el pastel de cumpleaños. Fresas frescas y vainilla, mi favorito. Trece velas brillaban intensamente mientras todos cantaban.
—¡Pide un deseo, Sera! —La voz de Kaelen, todavía infantil antes de que se volviera grave, me animaba.
Allí estaban—mis tres mejores amigos en el mundo. Kaelen de trece años, sus ojos verdes bailando con emoción. Ronan, con sus hoyuelos completamente visibles mientras sonreía. Y Orion, más callado que sus hermanos pero mirándome con tal calidez que mi corazón se agitaba.
Cerré los ojos y apagué las velas de un solo soplido, deseando que siempre estuviéramos juntos.
—¿Qué deseaste? —preguntó Orion, inclinándose cerca.
—No puedo decirlo —respondí, tocando su nariz—. O no se cumplirá.
—Apuesto a que lo sé —bromeó Ronan, pasando un brazo por mis hombros—. Deseó que Kaelen dejara de ser tan mandón.
—No soy mandón —protestó Kaelen, pero también estaba sonriendo.