—Fingiremos que esto nunca sucedió —dije, con voz firme a pesar del frenético latido de mi corazón. Miré a Kaelen, manteniendo mi expresión tan inexpresiva como pude mientras aún trataba de recuperar el aliento.
Él parecía sorprendido, luego enfadado – sus ojos verdes oscureciéndose de rabia.
—¿Qué has dicho? —gruñó Kaelen, todavía demasiado cerca de mí. Su aroma – pino y almizcle – se aferraba a mi piel como una marca.
—Me has oído —. Di un paso atrás, creando distancia entre nosotros—. Esto nunca sucedió. Y no se lo dirás a tus hermanos.
La mandíbula de Kaelen se tensó. —Tú no me das órdenes, Luna.
—No estoy ordenando. Te estoy advirtiendo —. Me ajusté el camisón rasgado más apretado a mi alrededor—. Vete. Ahora.
No se movió. En cambio, dio un paso más cerca, alzándose sobre mí. —¿Crees que puedes controlar esta narrativa? Esa es mi línea, Seraphina.