La luz de la mañana se filtraba por la ventana de mi dormitorio, proyectando un cálido resplandor sobre las sábanas de seda. Me estiré perezosamente, mi mente divagando hacia lugares donde no debería ir. ¿Cómo sería si los trillizos realmente me amaran? ¿Si nuestro matrimonio fuera real y no esta dolorosa farsa?
Imaginé a Kaelen trayéndome el desayuno a la cama, sus ojos verdes suaves con afecto. Ronan se sentaría a mi lado, dejando besos en mi hombro. Orion nos molestaría a ambos, pero su mano encontraría la mía bajo las sábanas.
—Basta —murmuré, presionando las palmas contra mis ojos cerrados—. Estas fantasías solo harían la realidad más difícil.
Un suave golpe interrumpió mis pensamientos.
—Adelante —llamé, incorporándome.
Lyra y Elina entraron con brillantes sonrisas.
—Buenos días, Luna —dijo Lyra, dirigiéndose a mi armario—. Estábamos preocupadas cuando tuviste esa fiebre. ¿Cómo te sientes ahora?