El suelo del bosque se sentía fresco bajo mis patas mientras corría, empujándome más rápido de lo que jamás había ido antes. Mis pulmones ardían con cada respiración, pero no podía detenerme. No me detendría. No cuando la libertad sabía tan dulce en mi lengua.
Había cruzado la frontera del territorio del Cresciente Plateado hace minutos, los olores familiares de mi hogar desvaneciéndose detrás de mí. El bosque a mi alrededor se volvía más denso, los árboles más altos, las sombras más profundas. Mi loba reconoció el cambio en el territorio—ahora estábamos en tierras de la Manada Garra de Obsidiana.
Peligroso.
Pero no tan peligroso como quedarse.
Puta.
La voz de Orion, llena de desprecio, resonaba en mi mente. La humillación pública dolía más que cualquier golpe físico. Después de todo—las mentiras, el abuso, la manipulación—esto fue lo que me quebró. Ser llamada puta simplemente por hablar con otro hombre.