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Caminé silenciosamente detrás del Alfa Valerius Stone, mi forma de lobo permitiéndome observar cada detalle del territorio de la Manada Garra de Obsidiana sin llamar demasiado la atención. Había esperado un campamento de renegados, quizás una colección de estructuras destartaladas construidas por marginados. En cambio, lo que se desplegaba ante mí era una comunidad próspera que rivalizaba con la Manada del Creciente Plateado en su organización y desarrollo.
Ordenadas filas de casas bordeaban caminos bien mantenidos. Los miembros de la manada se movían con propósito, llevando a cabo tareas diarias con eficiencia. El área central bullía de actividad – comerciantes intercambiando mercancías, niños jugando bajo miradas vigilantes, y guerreros realizando ejercicios de entrenamiento.