—Joven Señor, felicidades por pasar la prueba y convertirte en discípulo de la Secta Caldero de Jade.
Lin Chen regresó a su patio donde la criada, Xiaoyu, con lágrimas de alegría, estaba abrumada de emoción.
Acarició la cabeza de Xiaoyu y olió una fragancia, girando su cabeza para ver que Xiaoyu ya había preparado una comida con anticipación.
Mientras comía, Lin Chen le contó a Xiaoyu sobre su partida al día siguiente.
Al escuchar esto, las pequeñas manos de Xiaoyu temblaron, y las lágrimas instantáneamente humedecieron sus ojos.
Xiaoyu no sabía si estas lágrimas eran derramadas porque estaba feliz por el Joven Señor, quien ya no sería mirado con ojos fríos por la gente de la Familia Lin, o por la pérdida que sentía sabiendo que el Joven Señor se iba mañana.
Xiaoyu había vivido con Lin Chen desde la infancia; era una criada que su padre había recogido de afuera, y si no fuera por su padre, Xiaoyu habría muerto en la nieve y el hielo hace mucho tiempo.