—¡Lin Chen, eres tú!
Cuando Mu Qingxuan reconoció a Lin Chen como quien había venido a rescatarla, las lágrimas brotaron instantáneamente de sus ojos, y se lanzó a los brazos de Lin Chen.
Había pensado que iba a morir hace un momento, y la última imagen que había aparecido en su mente era la de Lin Chen.
—Sí, soy yo, estoy aquí, no tengas miedo.
Lin Chen extendió la mano y acarició suavemente la cabeza de Mu Qingxuan mientras hablaba en voz baja.
No tenía motivos ocultos hacia Mu Qingxuan; ya sea como compañera discípula o como compatriota de la Ciudad Cielo Desolado, Lin Chen se sintió obligado a rescatarla.
—¿Quién eres tú para entrometerte en nuestros asuntos? ¿No sabes que esta dama ha captado la atención del Joven Maestro Gao?