Dentro de la estación de correos.
Xiao Yi miró la tenue huella de mano en la cara de Lin Bingxin y dijo con una sonrisa amarga:
—Recuerda aplicarte medicina cuando regreses, de lo contrario, no se verá bien si se hincha mañana.
—Mhm, mhm, mhm.
Lin Bingxin asintió obedientemente, con los ojos ligeramente entrecerrados, pareciendo dos lunas crecientes.
Xiao Yi dijo:
—¡Descansa temprano!
—Xiao Yi... hermano...
Lin Bingxin reunió valor y lo llamó.
Xiao Yi se sobresaltó y se dio la vuelta, solo para que dos manos claras le sujetaran directamente el rostro, seguidas por un par de labios rojos que se presionaron contra los suyos.
¡Zumbido!
La mente de Xiao Yi quedó en blanco.
¡Mierda!
¿Qué está pasando?
Cuando volvió en sí, la figura de Lin Bingxin ya no estaba a la vista.
Solo el leve calor y la fragancia en sus labios le recordaban que lo que acababa de suceder no era una ilusión. Xiao Yi se tocó los labios, su rostro lleno de angustia:
—Qué significa esto...