—¿De quién demonios aprendiste esto?
Xiao Yi miró desconcertado al ingenuo Ye Heng frente a él.
En su memoria, ¡este tipo era un chico franco!
¿Cómo había terminado así?
Ye Heng, sintiéndose algo avergonzado por la mirada de Xiao Yi, se tocó la nariz y dijo torpemente:
—Maestro, ¿puede dejar de mirarme así?
Xiao Yi retiró su mirada y habló con seriedad:
—Ye Heng, si realmente deseas convertirte en mi discípulo, primero debes abstenerte de realizar actos tan egoístas. A lo largo de mi vida, me he conducido con integridad. No podemos permitir que otros señalen nuestra columna y maldigan, ¿entiendes?
—Maestro, me doy cuenta de mi error. ¡Le explicaré la situación a Nangong tan pronto como pueda!
Ye Heng parecía avergonzado, pero al pensar en la vasta riqueza e influencia de la Familia Nangong, no pudo evitar suspirar con pesar:
—Es una lástima, si la Familia Nangong interviniera, los tesoros no valdrían menos de mil millones, ¿verdad?
—¿No menos de mil millones?