—¿Tú, te atreves? —preguntó Xiao Yi, con un tono deliberado y contundente.
Sus ojos, entrecerrados hasta convertirse en rendijas, brillaban con una frialdad penetrante, exudando una autoridad innegable.
Hiss hiss hiss...
El caballo de Yuan Da pisoteaba nerviosamente con sus cascos, resoplando bocanadas de aire caliente en su inquietud.
El semblante de Yuan Da cambió sutilmente.
Había pensado que al blandir la Orden del Rey de Guerra Sin Igual, sería invencible, sin ningún obstáculo.
Sin embargo, la actitud ni servil ni prepotente de Xiao Yi frente a la Orden del Rey de Guerra Sin Igual, y su absoluta negativa a retroceder, tomó a Yuan Da por sorpresa. La expresión de Yuan Da oscilaba entre la luz y la sombra cuando de repente escuchó la transmisión de voz de Nangong Shengtian: «General Yuan, ¡acceda a su petición! Mientras Ning Kang guíe a la gente al Pabellón del Tesoro, ¡seguramente habrá ganancias!»
Los pensamientos de Yuan Da se agitaron ligeramente.