Desde que me curó el sacerdote, he tratado de no ingerir nada sospechoso.
Me estoy muriendo de hambre. Un plato con una rica sopita descansa en una mesa redonda frente a mí.
Me levanto, atraída por el delicioso olor. Pero a medio camino me rindo, me arrodillo, agacho la cabeza y extiendo mi mano hacia el plato. Mi panza gruñe y yo lagrimeo.
Siento una puntada en la cabeza, los síntomas regresan. El mareo me está atacando de nuevo. ¿Será hambre?
No lo creo… Supongo que la contaminación alimenticia queda descartada. Aunque el dolor es sutil, puedo decir que es el mismo problema. Además, siento la temperatura algo elevada.
Ni modo. A comer.
Voy a llorar de tristeza por no haber solucionado nada… pero comiendo sopita rica.
Está tan deliciosa que puedo tapar mi tristeza con este manjar.
Embuché mis mejillas como una ardilla con nueces. Me comí toda la sopita. No dejé nada.
Bueno, ahora que descarté la comida como causa de mis males, debo buscar otras posibles fuentes. No me queda mucho tiempo antes de que venga el sacerdote nuevamente.
Y en cualquier instante puede aparecer la heroína… y entonces me echarán a la calle.
Comencé a revisar mi habitación: las cortinas, cobijas, ropas…
Recordé que en épocas antiguas algunos pigmentos eran extremadamente tóxicos.
Como el Verde de Scheele y el Verde París, usados en telas, vestidos, sombreros y cortinas.
Eran muy brillantes, duraderos… y hechos con arsénico.
Provocaban envenenamiento por contacto o por inhalar el polvo.
También estaba el Rojo cinabrio (sulfuro de mercurio), menos común en telas por su costo.
O el Amarillo de Nápoles, con pigmentos de plomo.
Ni hablar de las primeras anilinas sintéticas: magenta, azul de metileno… todas altamente tóxicas.
Recordando todo eso, decidí desechar lo sospechoso.
Había una alfombra debajo de mi cama, su color verde me parecía muy sospechoso.
Traté de retirarla. Aunque no sea ropa, el contacto con los pies descalzos podría causar algo si mi cuerpo es demasiado débil.
Al sacar la alfombra, descubrí algo debajo: un extraño garabato.
¿Un símbolo mágico?
Era un pentagrama con círculos y letras extrañas, pintado en rojo.
Qué fea decoración. Parecía que alguien lo hubiese pintado con sangre. Me dio asco.
De repente, mi cuerpo se aflojó. Caí al suelo.
No podía moverme. Quedé tirada al lado de esa alfombra extraña.
¿Fue por la alfombra? ¿Por el color? ¿O por algo que escapa a mi comprensión?
—¿Señorita? —escuché la voz de mi doncella, pero no pude responder.
No tenía voz. Me dolía la cabeza. Tenía fiebre. La vista se me nublaba hasta perder la conciencia.
…
Desperté más tarde. La alfombra ya no estaba.
—¿Qué pasó? —pregunté.
La joven doncella me miraba triste, agarrándome de la mano.
—Señorita, ¿cómo se encuentra?
—Un poco mejor. Aún me duele la cabeza, pero puedo hablar.
—Usted estuvo en contacto con algo muy peligroso. Discúlpeme, fui tan torpe que no noté lo que había bajo su cama.
—¿Hablas de la tela tóxica?
—No, señorita. Hablo de una maldición. La alfombra tenía un hechizo de magia negra.
—¿¡Magia negra!? ¿Qué hiciste con eso?
—Obviamente lo deseché sin decir nada a nadie. Aunque usted sea la víctima, la magia negra es un tabú. Todo lo relacionado debe ser quemado.
“No tenía idea de que eso existiera. En la novela nunca se mencionó…”
—Es un tabú muy grande, señorita. Desde que la Iglesia erradicó a los magos oscuros, nadie habla de ellos. Aquellos tiempos fueron muy oscuros. Si la Santa Iglesia se entera, no importa que se trate del Duque: eliminarán cualquier cosa que represente una amenaza para el ducado.
—¿Entonces alguien me maldijo… y no puedo pedir ayuda?
—Exacto, señorita. El círculo mágico fue prendido fuego. Usted ya no estará en contacto con él, así que su recuperación debería comenzar.
Pero si quienes la maldijeron se dan cuenta de que su magia fue destruida… podrían intentar otros medios para eliminarla.
Señorita… creo que sería mejor estar atentas.