En un silencioso bosque, donde un lago de grandes dimensiones dormía entre la vegetación, algo reposaba en lo profundo. En el lecho oscuro del agua, el cuerpo inmóvil de un joven descansaba, como suspendido en un sueño eterno.
Cabellos rubios flotaban en ondas suaves, piel pálida como la luna, y ropajes blancos con finos detalles azules lo envolvían. Prendas delicadas, dignas de alguien de alta alcurnia.
—¿Cuánto más piensas dormir aquí abajo?
Los ojos celestes del joven se abrieron lentamente, molestos por la voz que interrumpía su letargo.
—Déjame en paz.
—Estoy cansado de observarte. Estos últimos años han sido los más aburridos de toda mi existencia. Eres el peor contratista del mundo. Jamás debí aceptar aquel contrato… si hubiera sabido que me condenarías a esta prisión eterna bajo el agua.
—Yo no te pedí que me siguieras.
—¡El contrato me impide alejarme de ti, maldita sea!
—Entonces guarda silencio diez años más. Seguiré durmiendo hasta que me plazca.
—¡Maldita sea! ¡Es frustrante! ¿Por qué te volviste inmortal si ibas a vivir así? Hubiera sido mejor que murieras.
—Moriría si pudiera… Tampoco me agrada tener que escucharte todo el tiempo.
—Estoy aburrido, ¡haz algo! El sello se ha debilitado últimamente. ¿Por qué no intentas salir?
—Tonto. Aunque esté debilitado, sigue siendo lo suficientemente fuerte como para retenerme unos quinientos años. No hay nada que pueda hacer.
—No puede el que no quiere. Estoy seguro de que si te emocionaras un poco más, encontrarías la forma de romperlo.
—...Tienes razón. Pero aún no quiero salir a la superficie.
—¿Estás triste por la traición de tu familia, la que ocurrió hace diez años?
—Ya no importa. Ni siquiera sé si aún viven.
—¡Entonces escapemos y tomemos venganza!
—No quiero.
—¿Por qué?
—Allí afuera… hay humanos.
—¿Y qué importa? ¡Tú eres un humano! Además, si no fuera por ellos, ¿de quién te vengarías?
—¿Lo soy? Creo que ahora soy alguien que odia a los humanos.
—Vamos, no es para tanto. Una pequeña traición no puede hacerte odiar a todos.
—¿Pequeña? Por codicia, por su hambre de poder, me sellaron aquí… bajo este lago profundo.
—No puedo hacer nada. He intentado animarte, pero yo más que nadie sé lo que viviste. Fui espectador de primera mano. Estás tan dañado que ya no sé cómo ayudarte. Tal vez… tal vez dormiré otro par de años. Qué triste. Yo solo quería volver a la superficie.
—Duerme.
...
Un año más tarde
—¡Lara! ¿Adónde vas?
—¡Shhh! Nos escucharán.
—Sabes que no puedes salir de la mansión. Si la duquesa se entera, me matará.
—Descuida. Puedes echarme toda la culpa. Di que fui muy escurridiza.
La sirvienta, una joven pálida y pecosa de ojos marrones y cabello castaño, sujetaba con fuerza su delantal mientras corría tras Lara, una adolescente de cabellos blancos, ojos carmesí y piel clara, ansiosa por descubrir.
Juntas atravesaron el bosque frondoso hasta que, al fin, el lago apareció. Lara se detuvo de golpe, con los ojos brillando de asombro.
—¡Wow!
—Joven dama, tenga cuidado. Ese lago es peligroso.
—No inventes. ¡Es increíble!
—Señorita, es mejor que regresemos. La duquesa nos regañará.
—Lina… ¿no lo ves? ¿Cómo no puedes disfrutar de una vista tan hermosa?
—Sí… es hermoso.
—Desde que padre nos echó de la mansión, no había podido ver el exterior. Realmente es hermoso. Aquella casa vieja y polvorienta no se compara con esto.
—Puede enfermarse con esta brisa. Debemos regresar.
La joven hizo un puchero.
—Está bien.
Antes de irse, Lara echó un último vistazo al lago. Algo en él la llamaba con fuerza.
Su pecho retumbaba, como si el corazón quisiera escapar de su jaula.
Se llevó una mano al pecho y siguió hacia la mansión, un lugar grande, abandonado y polvoriento.
—¡Lara! —gritó una mujer desde la puerta. Corrió hacia ella, preocupada.
—¿Dónde estabas?
—Descuida, mamá. Solo estaba mirando el bello lago.
—No debes salir, mi pequeña. Si algo te pasa…
La madre la abrazó con fuerza.
—¡Basta, mamá, no me aprietes!
—Pobre mi niña… Has sido tan débil desde pequeña. Ojalá gozaras de buena salud para alimentar esa alma aventurera.
—¡Mamá, ya basta! De hecho, aquí me siento mejor. Pude caminar sin cansarme y no me sentí mal.
—Es triste no tener dinero para un doctor. Lo poco que tenemos apenas alcanza para sobrevivir. Y ese bastardo del duque se niega a pagarme la pensión que me corresponde.
—¡No te preocupes, mamá! ¡Lo lograremos! ¡Ese infeliz puede meterse su dinero donde le quepa! Nos independizaremos.
Lina, que escuchaba, rompió en llanto.
—Esto es tan injusto… El duque no merece una familia tan amorosa como ustedes.
—Lina… —susurró la madre.
—Yo, si fuera usted, prendería fuego a esa maldita mansión.
—La venganza no conduce a nada bueno. Es mejor olvidarlo.
De repente, Lara rompió en llanto.
—¡Todo es mi culpa! ¡Buaaa! Soy enfermiza, inútil. No heredé la habilidad de papá, y por eso dudó de ti, mamá. ¡Por eso nos echó!
—No, Lara. No fue tu culpa.
—Sí, señorita —dijo Lina—. Él ya tenía una amante, con una hija de su sangre casi de su misma edad. ¡Eso no lo hace un buen hombre!
—Lara… yo solo estuve con un hombre en toda mi vida. Si no heredaste la habilidad, fue culpa de él. Esa habilidad solo pasa al primer hijo biológico. Estoy segura de que estuvo con ella primero. Aunque lo niegue… aunque diga que tú naciste antes, lo dudo. Por eso no tienes lo que él tanto buscaba.
—Qué asco pensar que compartimos techo con alguien así…
...
—¿Qué haces, Lara?
—Leo.
—¿Sobre qué?
—Una vieja historia. Dicen que en el lago trasero de la mansión está sellado el cuerpo del rey demonio.
—¿¡Qué!?
—Tranquila. No lo creo del todo. Según esto, era el príncipe heredero. Portador de un gran poder. Pero la codicia lo llevó a la magia negra, y lo sellaron antes de que causara la "catástrofe final".
—¿Qué catástrofe?
—La iglesia profetizó que mataría a miles, llevando al fin de la humanidad. Pero no hay registros de ningún crimen. Dicen que era sabio y justo… tal vez fue una conspiración.
—¿Sientes pena por él?
—Tal vez me identifico. Fue condenado por suposiciones… igual que yo y mamá.
—No moriremos —la abrazó Lina, firme. Aunque en el fondo, temía que el invierno las arrasara.
Desde la esquina, Lina miró a su joven señora, arropada, comiendo una ración precaria. Tenía hambre, sí… pero lo que más le dolía era saber que Lara no podía alimentarse bien. No había medicina. No había doctores. Solo esperanzas que se apagaban.
...
La luna se posó sobre el lago, cubriéndolo con un resplandor plateado. Y en lo profundo, el joven inmortal volvió a abrir los ojos.
—Contratista… algo ha cambiado. El sello… se ha debilitado demasiado. Esto no es normal. La magia… ¿acaso alguien la ha roto?
No hubo respuesta. Solo el brillo lejano de la luna colándose entre las aguas negras.