El atardecer trascendía con la llegada del otoño. La brisa sacudía los árboles, que perdían sus hojas con los meneos sutiles que el viento les causaba. Las hojas caían una sobre otra en el suelo.
Lara descansaba sobre ese lecho otoñal de múltiples colores, mirando el cielo, con una ramita de pasto entre los labios. Frente a ella, el agua del gran lago se mecía suavemente.
Lara se perdía en sus pensamientos.
—Mi enfermedad se ha curado... Me siento mucho mejor, y fuerte. Creo que estoy más saludable que en mi vida anterior... Es extraño.
Estiró su mano hacia el cielo, observando cómo la luz pasaba entre sus dedos. Una hoja rojiza de aquel Liquidámbar caía danzando con el viento. La hoja se posó en el lago, y Lara la siguió con la mirada, acercándose un poco más a la orilla. El espléndido espejo de agua realzaba los colores del otoño. La imagen era digna de un cuadro.
Lara tocó el agua. Esta formó ondas que desplazaron la hoja hacia el centro del lago. Atraída por aquel rojo tan vibrante, estiró su brazo hacia el agua, intentando alcanzarla.
—Creo que sería linda para marcar las páginas de un libro… Trataré de conservarla. Nunca vi una hoja tan roja.
De repente, se asustó: una mano emergió del agua y la agarró por la muñeca. Lara se paralizó. El susto fue tan grande que su corazón pareció detenerse por un segundo. Del sobresalto, saltó hacia atrás y cayó, empujando sin querer a quien la sujetaba.
Del agua emergió un muchacho, de unos 18 años, rubio, de ojos claros y piel muy clara. Su rostro inexpresivo y su mirada fría no eran nada acogedores.
Lara, aún en el suelo y sin entender qué pasaba, lo miró con los ojos muy abiertos. Él no soltaba su mano. La hoja del Liquidámbar roja reposaba sobre su cabeza mojada.
—Tú... tú... ¿Quién eres? —tartamudeó Lara, sin poder formar bien las palabras.
El chico soltó su mano con un gesto de fastidio. Con resignación, se pasó los dedos por el cabello mojado, tocando la hoja. La tomó con dos dedos y la examinó, pero al notar que se trataba de una simple hoja, la tiró sin más.
—¡E-espera! ¡Esa hoja... yo...!
Lara observó con detenimiento los ojos del muchacho, profundos como un bosque. De pronto se detuvo, reflexionando.
"¿Qué sucede? ¿Qué clase de situación es esta? ¿Quién es este sujeto? No me resulta nada familiar... ¿Aparece en la obra? ¿Es un personaje importante?"
—¿Tú qué miras? —dijo el joven con arrogancia.
Lara se levantó de golpe, frunció el ceño y lo apuntó con el dedo.
—¡Tú! ¡Ser acuático! ¿Cómo te atreves a aparecer así y a tomar mi mano? ¡Maldito cretino! ¡Espero que desaparezcas de mi vista! Pervertido!
Lara abandonó de inmediato el lugar dejando al sujeto atrás.
El joven arqueó una ceja, confundido.
—¿Qué rayos fue eso...? —murmuró.
—Contratista, creo que esa chica tiene algo interesante. ¿No le parece?
—Tonterías —respondió él, saliendo del lago mientras refunfuñaba.
—¿Usted no lo ha sentido?
—¿Hablas de los residuos de magia negra que tiene en el cuerpo?
—Sí, eso. Es una magia muy fuerte. Me resulta familiar.
—Bueno, el lazo está roto. No será un problema.
—Ese no es el punto. esas ratas la atacaron. El enemigo de mi enemigo es mi amigo, señor. Creo que ahí hay un aliado.
—No me interesa hacer caridad. Es mejor ignorar este encuentro.
El joven exprimía su ropa mientras discutía con su espíritu interior.
—Pero señor, ¿dónde va a ir? ¿Tiene comida, techo, estabilidad? Además, ella porta la habilidad del duque.
El joven se quedó paralizado, desconcertado.
—¿Acaso no se dio cuenta? Qué contratista tan patético… Pff…
—¡Cállate! Si no quieres que te devuelva al Reino de los Espíritus…
—No, no, allí no, por favor. Me harán bullying. Soy muy joven para sufrir…
—¿Qué hace la hija del duque aquí?
—Señor, la joven estaba en estados precarios. No parecía tan noble. No es de extrañar que la confundiera con una simple plebeya.
—¿Debería ir a buscarla?
—Sí. Y ya que está, haga lo que más odia: ¡disculparse!
—¡Cállate! ¡O cancelo el contrato!
—Sí… jefecito…
El joven miró a través del bosque, siguiendo con la vista el sendero por el cual se había marchado la joven. Sus ojos se mantuvieron fijos.
—¿A dónde debería ir?