capitulo 11

—¡Señorita! ¿Por qué viene tan agitada?

—No es nada... Un joven acaba de darme un buen susto en el lago.

—¿Un joven? ¿Le ha hecho algo? ¿¡Acaso se atrevió a ponerle una mano encima!? ¡Déjeme que lo mato!

—¡No! No es nada por el estilo. Creo que estaba nadando en el lago y me tomó por sorpresa. Salió de golpe del agua.

—¡Señorita! ¿No será acaso el demonio que fue sellado en ese lago hace años?

De inmediato, Lina sacó su crucifijo.

—No es nada así. Era un joven. Si fuera el príncipe heredero, tendría unos 29 años ahora. Lo sellaron a los 19, y han pasado 10 años. Y si esa historia hubiera sido real, ese príncipe habría muerto ahí mismo. No hay ser que aguante un sello más de diez minutos.

—¡Señorita, no se deje llevar! ¡Por algo lo sellaron! Si realmente era demoníaco, métodos convencionales como decapitarlo no hubieran funcionado. ¿Usted cree que un simple sello podría detenerlo? ¡Además, el paso del tiempo pudo haber sido bloqueado!

—Tonterías. Deja de ser supersticiosa. Cosas como dioses o demonios no son más que mitos.

"Hasta donde recuerdo, el príncipe sellado jamás apareció en la historia. El único príncipe era el personaje principal. Aunque, claro, había un villano… Pero era el tío del príncipe. Lo encerraron en una prisión subterránea por conspirar con nobles en nombre del príncipe bastardo. Como era hermano del rey, Su Majestad, por compasión, decidió no ejecutarlo. Pero morir hubiera sido un destino más piadoso...

Aquel villano estaba encadenado, en una celda fría, húmeda y oscura. Tenía los ojos vendados, la boca amordazada, y se le prohibía hablar o ver. En la novela, logra escapar y se convierte en enemigo del protagonista y de la heroína. Incluso intenta asesinarla, pero fracasa.

Si la historia sigue su curso, el imperio sufrirá un pequeño revuelo… aunque el momento exacto es incierto, ya que las cosas han cambiado."

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Castillo real

En el espléndido castillo, en la oficina del emperador, el príncipe de cabello negro y ojos azules había sido convocado.

El emperador, serio en su trono, anuncia un sutil pero importante cambio:

—Tu prometida ha sido cambiada —dijo con voz filosa, apoyando su rostro en el puño. Su cabello era canoso, sus ojos azules fríos.

—¿Eh? —el príncipe no comprendía—. ¿Cómo que fue cambiada?

—El duque ha encontrado a una niña que porta una habilidad. Ella será tu nueva prometida.

—¿Y qué hay de Lara?

El emperador golpeó el trono con fuerza.

—Recuerda, tu objetivo es procrear un heredero con habilidad. Tu prometida no puede ser una simple común. Necesitamos mantener nuestra posición. Los nobles ya dudan de nuestra capacidad.

—Comprendo, padre...

El príncipe se inclina en señal de despedida, mientras en su mente resuena un pensamiento triste:

No puedo creer que hayan cambiado a Lara… Había planeado pasar el resto de mi vida a su lado. Aceptar esto me desmorona.

Recuerda entonces momentos de la infancia, cuando jugaban en el jardín y Lara le colocaba coronas de flores. Pero sacude esos pensamientos.

No debo dejarme arrastrar por la nostalgia. La Lara de antes no es la misma de ahora. Hay rumores de su mal comportamiento. ¿Qué pasaría si esa mujer llegara a ser emperatriz? Aunque anhele esos recuerdos… debo pensar en el futuro. Padre tiene razón: alguien común y de mal carácter no merece estar a mi lado.

Con paso enérgico, el príncipe atraviesa los pasillos del castillo.

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Mansión del lago

Mientras tanto, Lara estornuda.

—¡Achís!

—¿Se encuentra bien, señorita? —pregunta su doncella, Lina, mientras la peina.

—Descuida, creo que la brisa me cayó mal.

—¡Aguarde! Prepararé un buen té con miel.

Lina salió de la habitación con energía. "Té de miel" era un nombre muy inocente comparado con los otros diez componentes que incluía: una infusión de plantas verdes, olorosas y nada agradables.

Lara, aprovechando la soledad, se recostó. Dejó caer la mano sobre su frente y suspiró.

—¡Uf, qué día agotador!

De repente, una sombra apareció en la ventana.

—¡Aaah!

Lara cayó de la cama del susto. Sus piernas quedaron sobre el colchón y su torso en el suelo de madera.

¡Crack!

Sonó la bisagra. La ventana se abrió. Lara, asustada, no podía ver bien quién estaba ahí, ya que la cama le bloqueaba la vista.

Miró hacia la puerta. Al lado, una escoba descansaba. Esa escoba… mi madre la usaba para disciplinarme en mi vida pasada. Puede servirme para defenderme.

En cuestión de segundos, Lara analizó la situación, dio una voltereta, agarró la escoba y se puso en guardia.

Cuando miró hacia la ventana, se sorprendió.

—¿Eh? ¿¡El joven del lago!?

Era ese joven arrogante. ¿Qué hacía en su ventana?

—¡Tú, pervertido!

Lanzó la escoba directamente a su frente. El golpe fue certero. El joven, que intentaba entrar por el marco de la ventana, cayó de espaldas.

En ese momento, la puerta se abrió de una patada.

¡PLAF!

—¡¿Dónde está el pervertido?! —gritó Lina, con una bandeja en la mano.

Miró la habitación, vacía. Se relajó un poco.

—¿Qué sucede, señorita? ¡La oí gritar!

—¡Hay un intruso! —gritó Lara, señalando la ventana.

Lina corrió a asomarse, pero no vio nada.

—Señorita, no hay nadie. Quizás fue una confusión.

—¡Estoy segura! ¡Había alguien allí!

—Será mejor que descanse, señorita —dijo mientras la cubría con una manta.

¿Habrá sido solo una ilusión? pensó Lara.

—Bueno… es hora del té —dijo Lina.

Lara miró con horror el té espeluznante que emanaba un aura nada reconfortante. Su cara de disgusto lo decía todo.

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Afuera…

El joven del lago se sacudía las hojas del cabello. Tenía una gran marca roja en la frente.

—¡Vaya recibimiento! Apenas asomo la cabeza y me lanzan una escoba… —murmuró, refunfuñando con una sonrisa torcida.

—¡Te lo dije! ¡Te avisé que alguien vivía allí!

—Jamás pensé que un lugar tan descuidado estaría habitado. Era bastante cutre…

—¡Pues te equivocaste!

—¡Solo quería pasar la noche en algún lugar! Además, ¿qué hace la hija del duque viviendo allí? ¿Qué habrá cambiado en estos 10 años? Creo… creo que conocí a esa joven.

—¿Aún la recuerdas?

—Sí… con esfuerzo. Mi mente sigue bloqueada, me cuesta acceder a algunos recuerdos. Pero lo más importante aún perdura.

El joven miró el cielo, y un recuerdo le llegó…

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Flashback

Un día soleado. La duquesa asistía a una fiesta de té organizada por la emperatriz, acompañada de su hija de seis años. Mientras las damas conversaban en una mesa redonda, la pequeña jugaba en el jardín, persiguiendo mariposas.

Entre saltos, la niña de vestido lila y dos coletas vio algo entre los arbustos: un joven príncipe sentado al pie de un árbol, encogido en posición fetal, triste por la presión que sufría.

—¿Su alteza?

El joven levantó la mirada. Una niña lo miraba con ternura.

—¿Qué sucede? ¿Te perdiste?

—No, su alteza. Solo estaba jugando. ¿Por qué está triste?

El príncipe intentó sonreír.

—No estoy triste, solo descansaba…

—¿Es muy difícil ser príncipe?

—¿De dónde sacaste eso?

—Mamá dice que usted se esfuerza mucho, que los nobles no lo valoran y que lleva una carga muy pesada sobre los hombros porque no tiene apoyo.

El príncipe quedó en silencio, sorprendido. Nunca había recibido ese tipo de reconocimiento.

Sus ojos azules se humedecieron.

La niña, conmovida, le ofreció una flor amarilla.

—Espero que esto lo ayude a avanzar. Simboliza el renacer de la naturaleza y el comienzo de una estación llena de vida.

—Gracias —susurró Elías, conmovido.

—De nada. ¡Prometo que cuando crezca y me vuelva fuerte, le juraré lealtad, su majestad!

Elías abrió los ojos, impactado. Aquellas palabras… pesaban más de lo que la pequeña podía imaginar.