Hijos de Roma

Aunque se utilizan hechos y lugares reales todos los personajes son ficticios así como las acciones que ellos llevan a cabo. 

Capítulo 1

El silencio reina en la habitación. El único sonido que se distinguió en aquella sombría estancia era el tic tac de un viejo reloj circular colgado de la pared. Habían pasado ya las seis de la tarde de aquella tarde de otoño. Los últimos rayos de luz atravesaban las grandes cristaleras de la ventanas reflejando un color naranja intenso sobre las grandes estanterías repletas de libros y viejos muebles de madera oscura. La calidez de la luz se fundía con las sombras de aquel lugar creando un ambiente acogedor. En el gran escritorio situado a un lado de la habitación con vistas a la ventana se encontraba un hombre mayor, su cabello era blanco, tenía una barba larga, la cara morena y arrugada, gastada por toda una vida de aventuras. 

El anciano se encontraba ojeando unos viejos diarios, cada pocos minutos levantaba la vista y la dirigía hacía la ventana. Sus ojos se encontraban perdidos entre las llanuras y montañas que se veían en la lejanía, recordando aquella vida que ya estaba llegando a su fin. El tic tac del reloj seguía marcando el ritmo en aquella habitación que ya se encontraba en la penumbra. 

De repente, en aquel silencio fue roto por en ding dong del timbre, El hombre se levantó de la silla y guardó los diarios en el primer cajón del escritorio. y se dirigió hacia la puerta. Ding dong sonó otra vez timbre, en un perfecto silencio él seguía caminando a través del pasillo frío y oscuro de la casa. Cuando llegó a la puerta, miró a través de la mirilla y tras ojear un segundo a su visitante, abrió la puerta. 

— Buenas tardes Don Arturo, soy Jose Herrera, me envía el canal 17 para su entrevista personal. — Arturo ojeó al joven periodista que no pasaría de la treintena de años, pero pese al joven rostro del muchacho, sabía que era un experimentado entrevistador, el cual dominaba perfectamente varios idiomas y quien había ganado el premio Pulitzer International reporting dos años atrás tras la entrevista en exclusiva al Presidente de la república islámica de Irán. 

— Buenas tardes señor Herrera, pasa, le estaba esperando — Arturo extendió la mano derecha hasta este para saludarlo. 

— Llámeme Hache, por favor — dijo este devolviéndole el saludo. Tras saludarse Arturo le hizo un elegante y ligero ademán al joven para que pasara adentro.

Los dos caminaron en silencio por el largo pasillo casi a oscuras. Entre las sombras Hache podía ver como a ambos lados de las paredes del estrecho pasillo había colgadas fotografías de diferentes formas y estilos. Había fotografías en blanco y negro, a color, alguna de ellas no eran mas grandes que una servilleta otras median casi un metro, pero lo que mas le llamo la atención era un pañuelo de tela firmado que había enmarcado en el centro de la pared. Hache no podía lo que en este había escrito pero sí pudo distinguir la forma de unos labios en el. Ambos hombres no se dirigieron ni una palabra hasta que regresaron de nuevo al despacho. 

Arturo abrió la puerta y encendió la luz de la habitación. 

— Por favor pase y póngase cómodo señor Herrera — dijo este señalando un sofá de dos plazas que había en el centro del despacho junto a una pequeña mesa de té, que se encontraba frente a una chimenea que estaba apagada. 

— Gracias, pero llámeme Hache, Don Arturo — dijo este mientras entraba en la habitación y se dirigía hacia el sofá. 

— Si le parece bien prefiero seguir llamándole de esta manera por el momento, pero usted puede tutearme sin ningún problema. Perdone por el desorden, he estado ojeando unos viejos diarios antes de que usted viniera. ¿Le puedo ofrecer algo? ¿Whisky quizá?¿ o es más de ginebra? — Respondió mientras se dirigía hacia el mueble bar que había a la derecha de la entrada a la habitación. — Si me lo permite yo me voy a poner una copa de whisky. 

— Por supuesto es su casa, quizá un poco de agua estaría bien, no suelo beber mientras trabajo. — Dijo Hache mientras se acomodaba en el sofá y sacaba de su bolso una grabadora, un bolic y cuaderno de cuero negro los cuales colocaba sobre la mesa de té.

— ¡Marchando un poco de agua! — Respondió Arturo mientras llenaba un vaso de agua con la jarra de cristal transparente que había en la barra del mueble bar. Tras llenar el vaso de agua, cogió la cubitera metálica y se acacho lenta pero ágilmente y con un movimiento preciso de su mano abrió uno de los cajones del mueble bar para rellenar la cubitera con el hielo que había en el pequeño congelador que se encontraba alojado en el cajón inferior. Colocó la cubitera de nuevo sobre el mueble bar, puso dos hielo en su vaso old fashion, abrió una botella de su whisky favorito y se sirvió dos dedos del oscuro licor. Cogió ambos vasos con decisión y regresó junto a Hache, quien ya le estaba esperando con todo preparado. 

— Muchas gracias, Arturo. Por ciento, me gusta mucho su despacho. Es evidente que usted tiene buen gusto. — Dijo Hache mientras cogía el vaso de agua y daba y pequeño trajo.

— Gracias, tengo un gusto excelente por el alcohol, la decoración y los problemas pero pésimo para las mujeres. — respondió Arturo mientras se sentaba en el sillón chesterfield monoplaza que se encontraba delante del mueble bar, desde el cual se podía ver toda la habitación y las vistas hacia las montañas. Aquel era su lugar favorito dentro de esas cuatro paredes. El lugar donde podrá relajarse y disfrutar de un buen libro, una copa o buena compañía y controlar con su cansada el pequeño mundo que había creado allí. — A mi también me gusta su estilo pese a que hoy en día todo está digitalizado, yo todavía prefiero el papel y la pluma al igual que usted. 

— Gracias, volviendo a lo que ha dicho anteriormente y si no le importa podemos ir empezando. A dicho que tiene un pésimo gusto para la mujeres, ¿A lo largo de su vida qué mujer le ha marcado más? – tras formular la pregunta Hache puso a grabar la grabadora, cogió su boli, abrió la libreta y se preparó para tomar apuntes mientras en su mirada se podía ver la pasión de alguien que ama lo que hace y vive para ello. 

— Irina Kozlov — respondió Arturo pensativo mientras completaba el vaso de whisky que sostenía con su mano derecha. su expresión había cambiado y por unos segundos su mente dejó aquel lugar. — Pero ha habido otras, pero desde luego ella supuso un punto de inflexión en mi vida. Uno de los varios que ha habido — Continuo tras volver en sí mismo devolviendo ahora la mirada hacia su interlocutor, mientras este tomaba notas en su cuaderno. 

Ahora Hache devolvió la mirada a Arturo, colocó el boli sobre el cuaderno y cogió el vaso de agua que había sobre la mesa de té y se mojó los labios. Tenía la boca seca por los nervios, siempre le pasaba antes de hacer una entrevista. No importaba si fuera una persona cualquiera en la calle o un presidente del gobierno acusado por corrupción que quería exponer su parte de los hechos. Hache siempre tenía ese nudo en el estómago que le dejaba la boca seca, pero aun así tenía el olfato de un lobo que persigue a su presa a través del bosque. Hache tenía ese instinto innato que muy pocos tienen en este oficio pero todos presumen de tener. 

— ¿Dónde conoció a Irina Kozlov? — preguntó Hache volviendo a coger el bolígrafo y preparándose para tomar notas de nuevo. 

— La conocí en 1989 … En Berlín. Estaba cubriendo la noticia de la caída del muro. En aquel entonces me encontraba trabajando para el Twenty one Channel en Washington como corresponsal en Europa. 

— ¿Conocía usted ya por ese entonces la operación Atardecer Rojo?

— No… ja ja ja — Reía irónico Arturo mientras dejaba el vaso de whisky sobre la pequeña mesa que se encontraba frente a él. No la primera vez que escuché ese término fue en 1991 en un bar de Sarajevo. El Cosmopolitan, era un tranquilo club nocturno que por la tardes hacía de cafe. No era nada elegante y no estaba cerca de ser el sitio de moda pero tenia, pero la atmósfera era única, te transportaba a los años de oro americanos o al menos eso intentaba. Pase mucho tiempo escribiendo allí lo frecuente hasta 1992 justo antes de que la guerra lo arrasara aquella maravillosa ciudad. — Ahora la mirada dirigida a su entrevistador era más dura. 

— Perdone si alguna de las preguntas le incomodan Don Arturo. Entiendo que fueron momentos duros para usted, puede tomarse todo el tiempo que necesite. 

— Tranquilo, estoy bien. Es duro a veces pensar en las atrocidades y crímenes que vi allí. Es fascinante… — este tenía la mirada perdida de nuevo en los matices azabaches de su vaso de irlandés. 

— ¿disculpe? 

— Es fascinante pensar en lo atroz y a la vez lo maravilloso que puede llegar a ser el ser humano. Yo he visto ambas cosas en un mismo escenario… es incluso, abrumador de pensar… la complejidad de cómo el ser humano es capaz de llegar hacer lo que hace. Perdóneme que me voy por las ramas. — sonreía hacia Hache. 

— No se preocupe, nos pasa a todos. Volviendo al tema anterior ¿Sabía a qué se dedicaba Irina y sus relaciones con el KGB? 

— Si… — Arturo continuó antes de ser interrumpido por Hache. — déjeme explicarme. No, no sabia a que se dedicaba cuando la conocí, pero nunca me ocultó sus vinculaciones con el KGB. 

— ¿Podría explicar a qué se dedicaba la señorita Irina Kozlov? 

— Trabaja como agente de comunicaciones para la televisión de Moscú. Formaba parte del equipo técnico que acompañaba normalmente a los periodistas. 

— ¿fue así como la conoció? — Interrumpio Hache

— Bueno la conocí en un pequeño club de jazz de Berlín occidental. Estaba sentada en una mesa fumando un cigarrillo mientras saboreaba un vodka collins al ritmo de una imponente cantante afroamericana. Imagínese la escena, una joven rubia despampanante con ojos claros como el cielo al amanecer, alta y facciones duras pero refinadas. Ya la había visto varias veces con los equipos de prensa pero nunca me había presentado como es debido. Al verla aquel día, y tras una copa de whiskey decidí presentarme yo mismo… bueno y lo demás ya es historia como se suele decir. 

— ¿Y cuál es su historia? 

— Comprender mi historia no es algo tan simple como muchos piensan. No se puede entender mi persona sin entender de dónde vengo, de mis raíces. ¿Qué tal si le cuento desde el principio?

Una historia familiar

— Mi bisabuelo luchó en Cuba ¿sabe? en el 98. Él no era soldado ni nada parecido. No fue obligado a luchar para mantener la unidad del imperio como muchos otros. Él tenía una empresa allí, era azucarero, amaba la isla y su gente. Quería defender lo que creía que era suyo, quería defender a Cuba, a su familia y a su negocio. Todo lo que tenía estaba allí. Fue voluntario durante el sitio a Santiago. Mi bisabuela, que era cubana, consiguió huir con mi abuelo, que tan solo tenía cinco años, antes de que la ciudad fuera sitiada. 

Un año más tarde, se volvieron a encontrar en España, mi bisabuela lo había estado esperando sin saber siquiera si él seguiría vivo. Cuando se reencontraron volvieron a montar un negocio en la industria azucarera, se mudaron al sur, a Granada. Y pese al terrible estado del país, el negocio les iba bien, incluso retomaron la relación con los homólogos de la industria azucarera en Cuba y crearon una red de exportación e importación con las Américas. 

Mi bisabuelo dejó el horror de la guerra atrás rápido, y aunque no tuvo…

— Perdone que le interrumpa, ¿Su bisabuelo luchó en Cuba contra los americanos? — preguntó Hache con sorpresa y entusiasmo casi infantil. 

— Así es, como ya le he dicho no era un soldado ni estaba preparado para ello. Sin embargo, mi abuelo. Él sí era un soldado, un luchador. — dijo con un leve orgullo y ojos resplandecientes que poco a poco se apagaban al brotar de nuevo las palabras de su boca —Él se crió en otra España, no en el poderoso imperio que se extendía por mar, océano y tierra. Se crió entre la vergüenza y el deshonor de aquellos que una vez que vieron la gloria, y dejaron que las Españas se perdieran a manos de piratas y ladrones de guante blanco. 

— ¿Su abuelo también estuvo en el ejército? — preguntó Hache mientras tomaba algunas notas en su cuaderno. 

— Si, en el décimo regimiento de Córdoba durante la guerra del Riff, aunque por suerte no participó en el desastre de Annual. Con dieciocho años se unió al ejército, participó en la campaña del río Kert. Por lo que pude saber a mi bisabuelo no le hacía mucha gracia que su único hijo fuera voluntario a una guerra donde no pintaba nada… pero lo aceptó con el tiempo… según me contó mi abuelo. Tras la campaña del río Kert lo ascendieron a brigada y estuvo librando pequeñas escaramuzas contra rebeldes rifeños en las montañas junto a un grupo de chasseurs d'Afrique desplegado en la zona. Ahí fue donde conoció a Pierre Chevalier, Teniente de la segunda escuadra de cazadores del ejército francés en África. La historia de mi familia no sería lo mismo sin la ayuda de Pierre o como mi padre le llamaba “L'oncle Pierre". — dio un trago a la copa, se relamió los labios mientras miraba pensativo hacia el fondo de la copa. — Durante los años que pasaron combatiendo en las montañas hicieron buenas migas. Pierre le salvó la vida a mi abuelo, cuando intentaban llevar a cabo el sabotaje de un cargamento de armas que salió mal. Tuvieron que huir con lo puesto como se suele decir… Pierre mató a un rifeño que se estaba partiendo… o mejor dicho le estaba partiendo la cara a mi abuelo y de no ser por él hoy yo no estaría aquí. Desde ese día él y mi abuelo se hicieron inseparables hasta el punto que 1914 cuando el ejército francés replegó sus tropas para hacer frente a los a los alemanes en Europa mi abuelo se unió a la legión extranjera francesa a la que pidió L’oncle Pierre pidió ser transferido para combatir juntos. Lucharon en el frente occidental, El Somme ¿Puede imaginárselo? — preguntaba mirando fijamente a Hache. 

— La verdad que no, fue una de las batallas más largas y cruentas de la gran guerra. 

— Si, pero no hablo de eso. ¿Usted iría al infierno por una persona que acaba de conocer? ¿Lucharía en una guerra por amistad o por una deuda de honor? Es fascinante pensar en los valores y morales que había antes.

— Si, me es difícil pensar que en los días de ahora alguien hiciera tal cosa pero aun tengo esperanza en la gente Don Arturo, a veces subestimamos la buena voluntad del ser humano. 

— Eres muy optimista. Antes yo era así, un soñador, mi buena fe en la gente me jugó más de una mala pasada y al final dejé de creer pero ya hablaremos de eso más adelante. ¿Por donde iba?

— El Somme …

— ¡Ah sí! El Somme. El infierno en la tierra. una de las más largas y sangrientas batallas de la historia moderna me atrevería a decir. Aún conservo el diario que mi abuelo escribió durante los seis meses que pasó allí. Permítame que le lea alguna de las entradas que escribió, solo será un momento— Arturo se levantó y se dirigió hacia una estantería repleta de libros. De ella cogió una pequeño cuaderno forrado en cuero oscuro y gastado. Volvió a su sitio. 

El Somme 

1 de Agosto de 1916

Era una noche fría, y húmeda. No es típico de las fechas en las que estamos pero que había de típico en esta locura en la que estamos sumergidos. El frente estaba tranquilo como de costumbre últimamente. Llevábamos 1 meses ya en aquel lodazal. El infierno en la tierra solía pensar. No creo que sea lo que sea que nos espere cuando morimos sea peor que este lugar. 

Me encontraba en mi posición vigilando el frente enemigo, la niebla lo cubría todo de tal manera que parecía una blanca y espesa capa de nieve que cubría cada recoveco de aquel lugar. Por un momento me sentí en casa. Recordé la casa de mis abuelos y aquellas primeras nevadas que lo cubrían todo de ese blanco sucio y frío que te calaba en los huesos. Sin embargo, pese a esa sensación de calidez momentánea, el miedo se apoderó de mí otra vez. Los días de niebla en el frente occidental son terroríficos debido a que no se ve lo que la niebla puede ocultar, y todo soldado teme aquello que no ve. 

Me preguntaba si saldría alguna vez de allí. si vería de nuevo a mi familia o si todo esto tenía algún propósito. Al menos tenía a mi buen amigo Pierre. Al principio no me costaba hacer amigos y relacionarme con los demás pero tras estos tres meses, ya no me molestaba ni en aprender los nombres de los reclutas, La mayoría no viviría lo suficiente como para recordar su nombre. 

 

Veía como lanzaban las bengalas para iluminar la zona, tenía las manos entumecidas, comprobé que el frente sigue sin novedad, y me agaché para intentar calentar mis manos metiéndolas dentro de mi ropa interior. Tras volver a sentir de nuevo mis manos, me coloqué el casco de nuevo, cogí mi fusil y me dispuse a mirar hacia las líneas enemigas para comprobar que todo seguía en calma. Cuando me levanté cuidadosamente para comprobar que no había movimiento enemigo, tenía enfrente de mí un soldado enemigo con una máscara de gas y una pala en la mano. La imagen de este soldado era aterradora, me miró fijamente y se abalanzó ferozmente hacia mí.

Cientos de enemigos cayeron sobre nuestra posición. yo me encontraba luchando cuerpo a cuerpo con el soldado de la máscara. Silbatos. Disparos. Explosión. Ensordecían aquel cruento enfrentamiento. 

Tenía al soldado sobre mi. Su manos me asfixiaba. Apenas podía respirar cuando de repente un grito ahogado se escuchó salir de la máscara. La presión que notaba sobre mi cuerpo disminuía no entendía qué estaba ocurriendo hasta que alce la vista y vi como la bayoneta de John atravesaba el cuerpo ya inerte del soldado. 

— ¡Come on, Antón! ¡This is not the moment to die! ¡Let's send these Krauts to hell!

Me temblaba todo el cuerpo. Saque el arma que tenía en cinturón y me coloque detrás de Jhon para cubrir le las espaldas. Otros dos soldados alemanes estaban intentando saltar dentro de la trinchera yo disparé a uno antes de que saltara y John apuñaló al otro. 

— ¡John vámonos de aquí! vamos a la siguiente posición aquí somos cadáveres. El sector está perdido. 

— ¿What? 

— ¡Let’s fucking move! — grité mientras agarraba a John. 

Ambos comenzamos a movernos a través de la larga línea zigzagueante que formaba la trinchera mientras disparamos y apuñalabamos a todos los enemigos que nos encontrábamos hasta llegar a la una posición segura donde poder retirarnos con el resto de la compañía. 

Aquel día perdimos el sector Eco y setenta y ocho soldados de nuestra compañía. Este número suponía casi la mitad de nuestras fuerzas. Por lo menos Pierre seguía vivo aunque se había roto dos dedos de la mano. 

John es el nuevo teniente de la compañía de americanos que enviaron para reforzar las bajas que tuvimos en nuestro último avance. Es buena gente y aún mejor soldado. Desde el día que perdimos el sector Eco he hablado varias veces con él. No habla español ni francés, yo hago un esfuerzo por entender su acento de neoyorquino lo mejor que pueda. Sinceramente no se que se les ha perdido a estos americanos en esta guerra, aunque bueno pueden pensar lo mismo de mi. 

***

23 de Agosto de 1916.

No se a que día de la semana estamos. Creo que es miércoles pero no estoy seguro. Ayer intentamos avanzar contra las posiciones alemanas de nuevo. La artillería estuvo más de dos días bombardeando sus posiciones para ablandarlos antes de mandarnos a la tierra de nadie otra vez. El resultado fue el mismo que las veces anteriores, nos tuvimos que retirar. El fuego de sus ametralladoras es tan mortal como diez de nuestras divisiones juntas. Pierre, John y yo conseguimos volver de uña pieza de nuevo. Me pregunto durante cuánto tiempo tendremos la suerte de volver. El calor y los pájaros carroñeros hacen que los cadáveres de los caídos que no hemos podido recuperar se descompongan más rápido. El hedor es casi igual de insoportable que la artillería enemiga. 

Ya casi no pienso en casa. La mayoría de los que están aquí solo hablan de eso. De volver. No creo que vayamos a volver. Ninguno de los que estamos aquí. Quizá eso es lo que me hace volver todas las veces que me manda al frente. Saber que no volveré, luchar sin miedo ni temor a la muerta ya que ya la he aceptado en mi camino.

Lo único que hace más llevadero el tiempo aquí, son Pierre y Jonh. He mejorado bastante mi nivel de inglés durante estas últimas semanas. Ahora casi nos entendemos la mayoría del tiempo. Casi siempre hablamos sobre cómo es Nueva York y su familia. Se casó antes de venir a esta guerra. ¡Vaya cosa! casarte antes de ir al cuál puede ser tu último destino. Quizá cuando acabe este infierno vaya a visitarlo, siempre acabamos nuestras conversaciones con un “ tienes que venir a Granada” y un “You gotta come see me, no escuses! I will tell you my favorite pastrami spot!”. No se que es eso del pastrami pero suena bien.

***

30 de septiembre de 1916. Esta guerra acabará con la humanidad. Los británicos están utilizando unas bestias metálicas para luchar contra los alemanes. Creo que se les llama tanques. Nunca había visto tal capacidad de destrucción. He visto el pavor que causa esta nueva maquinaria de guerra en nuestros enemigos. Durante las últimas dos semanas no hemos parado de avanzar gracias a estas máquinas. Con este paso acabaremos ganando la guerra rápidamente o eso dice Williams. Yo no me lo termino de creer, los alemanes son un pueblo guerrero y noble no creo que se rindan tan fácilmente. 

La moral está alta, los suministro ahora llegan más frecuentemente y hemos acabado con una de las principales plagas de ratas que teníamos en nuestra trinchera. Aún así, todavía afinamos la puntería con ellas pero al menos hay menos que antes. 

Se rumorea que los alemanes van a lanzar un gran asalto contra nuestra líneas en los próximos días. Incluso han repartido munición extra en estos días y no han dicho que aseguremos que nuestras máscaras de gas estén bien. Odio el gas. Creo que no hay nada peor que combatir con esta horrible máscara puesta. Aún así estaremos preparados. William dice que el gobierno británico ha aprobado la creación de más tanques y maquinaria de guerra. Y Jonh y los voluntarios americanos arden de ganas por seguir luchando y ahora más que nunca. Sin embargo Pierre ha decaído. Intento animarle y le recuerdo siempre que puedo que pronto nos reemplazaran y volveremos a París. Pero solo veo amargura en sus ojos. Empezó esto como un valiente voluntario que luchaba por su país y ahora no es más que una sombra de lo que era. Su chispa se ha ido apagando a la vez que esta guerra se hacía más cruenta.

Tan solo hace dos años que comenzó esta guerra y cuatro desde que partimos de Marruecos. Parece que ya ha pasado toda una vida.

***

— Esta fue la última entrada que escribió en su diario. Al día siguiente le ordenaron avanzar sobre las posiciones alemanas, durante el avance bombardearon la zona con gas, su máscara falló. Tuvo suerte, lo pudieron sacar de allí antes que el gas lo matará pero perdió la visión del ojo derecho. Lo trasladaron a un Hospital de París donde estuvo varios meses hasta que se recuperó. El ejército francés le concedió la cruz de guerra por sus servicios... Una palmadita en la espalda y de vuelta a España. ¡Vaya cabronazos estaban hechos! — Arturo sujeta con ambas manos el diario mientras dirigía la mirada de nuevo a Hache. — Este es el origen de mi familia. Una familia que ha crecido y perseverado en la guerra. 

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