Soto cerró los ojos, tratando con fuerza de suprimir el sonido en su garganta. Ya habían llegado al familiar edificio de la torre blanca, y Roy tenía la intención de entrar, pero fue detenida por Soto.
—Tú...
Solo pudo exprimir una palabra y no pudo continuar.
Roy curvó sus ojos, retiró su mano y dijo en un tono similar al de consolar a un cachorro:
—Está bien, espera afuera.
Entró sola, viendo a su madre sentada en el banco. Todos los sirvientes estaban de pie junto a la pared, sin atreverse a hacer ruido.
La Sra. Derek estaba bebiendo té. Al escuchar pasos, dejó la taza, se limpió los labios con elegancia, se levantó y abofeteó a Roy en la cara.
La cabeza de Roy se giró por la bofetada, su oído zumbaba constantemente, su boca se llenó con sabor a óxido. Escuchó hablar a su madre.
—Despreciable.
Roy no supo cuándo se marchó la Sra. Derek.