Sitio de engaño mutuo a gran escala

Viviana gritó en pánico:

—Señorita Roy, ¿está bien? Ah, cierto, su pañuelo...

Rebuscó torpemente hasta sacar un pañuelo de seda perfectamente doblado, pero Dora lo arrebató primero. La caballero pelirroja de la familia Lien se arrodilló a medias en el suelo para comprobar si Roy estaba herida, y luego suspiró suavemente aliviada.

—Fuiste demasiado descuidada —Dora limpió el tobillo de Roy, que se había mojado por las salpicaduras, y le hizo un gesto para que levantara el pie para evitar los fragmentos en el suelo—. ¿Estás demasiado cansada últimamente? ¿Por qué no vas a casa y descansas temprano hoy?

Roy se sentó en el banco, mirando a la chica frente a ella. Había una belleza vibrante en Dora, siempre cándida y entusiasta; incluso cuando actuaba fuera de su posición, nunca parecía extraño.