—¿Soto?
Roy intentó levantarse, pero la niebla negra una vez más se transformó en innumerables hilos finos y suaves, enredándose en sus piernas y sus zonas íntimas. El objeto extraño, frío y viscoso succionaba los fluidos húmedos y se introducía en su abertura, buscando semen y humedad en su interior.
No fue tan gentil como la última vez; los finos zarcillos estimulaban sin piedad su hinchado botón y su tierna cámara interior, llevándose los fluidos recién secretados.
El placer abrumador y aterrador privó a Roy de la capacidad de moverse; ni siquiera podía respirar con normalidad, solo lograba emitir gemidos desorientados con saliva goteando por su barbilla.
—Ah... sal... deja de succionar... ¡ahhh!