Esta frase sonaba incompleta.
Pero Rocky rápidamente entendió su significado.
—Sin orejas de conejo. —Su pañuelo ya estaba manchado de sangre y lamentablemente tirado en el suelo—. La próxima vez...
En este punto, hizo una pausa, y su tono pareció más suave.
—No habrá próxima vez.
Tales ocasiones dolorosas y dañinas no deberían volver a ocurrir.
Roy insistió en preguntar:
—¿Tampoco habrá orejas de conejo?
La suave seda rozó los sensibles muslos internos, provocando una sensación paralizante. Los labios de Rocky se apretaron en una línea dura, y después de un momento, le respondió:
—Las habrá.
Roy se inclinó, su mejilla rozando su oreja, sintiendo el ligero calor y frescura.
—Eso es bueno.
Murmuró, sus pálidas pestañas cubriendo sus pupilas, su rostro mostrando una tranquila fatiga.
—Hermano, quiero ir a casa.
La mitad del cuerpo de Rocky estaba rígido, su espalda desnuda apareciendo transparentemente blanca bajo la luz.