La escena se fue oscureciendo gradualmente, y el viento frío y la lluvia ya no hacían ruido.
Roy extendió la mano en el caos, tratando de agarrar los dedos de Rocky, pero solo atrapó el vacío. La conciencia volvió a la realidad, la habitación iluminada por una suave luz amarilla, con una noche profunda y tranquila fuera de la ventana.
Las hojas susurraban, las estrellas llenaban el cielo.
Roy sostuvo su corazón palpitante. Hilos de desesperación aún persistían dentro de ella, narrando la amargura de un destino diferente.
De repente se dio vuelta y salió de la cama, dejó su dormitorio y corrió escaleras abajo. Su camisón empapado de sudor se adhería firmemente a su espalda, el viento que fluía pasaba a través de su pecho tembloroso, llevándose el calor restante.
La habitación de huéspedes de Rocky estaba en la parte más interna del tercer piso. Bajo la tenue luz del pasillo, Roy encontró su camino hacia la puerta y llamó:
—Hermano, hermano...