Durante toda una semana después, el Palacio Imperial permaneció en silencio. Las noticias que llegaban solo mencionaban que Teodoro había estado de mal humor últimamente.
Esto era normal; él odiaba la sensación de perder el control, y con los frecuentes acontecimientos inesperados últimamente, era natural que estuviera inquieto.
Roy quería encontrar alguna oportunidad para comprobar el estado de Teodoro, pero ahora le resultaba aún más difícil ver a su prometido. Tal vez él sospechaba de ella, o quizás instintivamente se resistía a su acercamiento. Cada vez que ella iba al Palacio Imperial, Teodoro tenía amplias razones para mantener a Roy en la puerta.
Los preparativos para la boda se volvían cada vez más tediosos y agitados, dándole a Roy dolor de cabeza.
—No quiero reunirme con más damas para hablar sobre cómo complacer a un futuro esposo. Tampoco me interesa cuántos vestidos cambiar para la boda, qué tela usar para los zapatos, o qué hacer en cada paso.