Geoffrey no recuerda cómo pasó los siguientes tres o cuatro años.
Muchos recuerdos son borrosos y caóticos, y cuando intenta recordarlos, solo siente una desesperación abrumadora.
Pero recuerda que un día, se reunió con Roy.
El lugar parecía ser la mansión de la familia Howard, donde recibió una invitación de un viejo amigo para almorzar juntos. Ciertamente no era una señal de reconciliación, pero fue de todos modos.
Antiguos amigos cercanos, ahora riéndose lo colgaron de un árbol, incitando a perros rabiosos a morderlo.
—Si puedes soportarlo durante media hora sin suplicar —dijo su amigo—, te presentaré al Gran Mago de la Corte de la Iglesia. Quizás él pueda curar a tu hermana, ¿verdad?
Geoffrey bajó la mirada hacia los rostros familiares a su alrededor.